¿Cómo va a ser su participación en el ciclo de literatura de La dignidad de la palabra?La dignidad de la palabra

Voy a explicar cuál es mi manera de entender la poesía, cómo se ha ido formando mi obra. Es un trabajo que he ido haciendo a lo largo de toda mi vida. Sólo he escrito poesía y ensayo, nunca he hecho narrativa. Empecé a escribir de adolescente, una época en la que hay un desajuste vital grande en la relación que uno mismo mantiene con el entorno y los demás. Ese es el momento en el que los adolescentes nos damos cuenta de que sufrimos una soledad radical que nos va a acompañar siempre.

¿Cambió mucho su percepción vital en la adolescencia?

Vi otra percepción del mundo, daba igual que tuviera familia o amigos. Por eso pintamos, escribimos o hacemos música. No publiqué mi primer libro hasta muy tarde, hasta los 35 años. Me di cuenta de que la poesía formaba parte de una especie de trabajo que uno hace sobre sí mismo en la vida. Nuestra existencia no merece la pena por lo que pasa por delante de nosotros, lo merece por lo que hagamos en ella. Y la escritura de poemas recoge parte de ese trabajo.

¿Cómo valora el estado actual de la poesía española?

Su salud es muy buena, se están escribiendo libros intensos y fuertes. Tenemos la suerte de que nuestra poesía no es la que se hace sólo en España. Compartimos el castellano con una gran parte de América y lo que se escribe allí es muy importante. A veces sólo pensamos en el español peninsular, cuando lo que hay en Argentina, México o Perú es impresionante. Tenemos una riqueza enorme y vivimos un momento positivo.

¿De qué manera influyó en usted y su obra ser reconocida con el Nacional de Poesía?

Se puede mirar de muchas formas. En mi escritura no supuso nada, no implicó ningún cambio. Lo que sí hizo fue abrir mi obra a un público más amplio. La poesía se lee más de lo que pensamos y decimos. El libro por el que me dieron el Nacional había sido publicado en 2006 y, cuando me concedieron el galardón en 2007, se había agotado. Y no soy una persona mediática.

Una de las características que se destaca de su trayectoria es la de la resistencia, ¿está de acuerdo con esta reflexión?

Sí, no me parece mal. En las conferencias y en los talleres de lectura que hago, hablo de la resistencia de los materiales. No me refiero a mis poemas y mis libros. Es importante la lengua que se utiliza. Es fundamental en el sentido de que vivimos una época en la que hay un vaciado y una falsedad de la lengua muy fuerte. La política, los medios y las redes sociales están cada vez más vacíos. La lengua de los poemas sí es resistente. Habla de verdad, es distinta. Es coloquial pero nace desde otros lugares. Por eso, la poesía es un espacio de resistencia en todos los órdenes.

A través de la poesía, ¿se pueden tratar ciertas cuestiones con un carácter más áspero?

También se puede hacer, naturalmente. Cuando hablo de resistencia no lo hago de un pensamiento ni de una forma de estar en la vida que es radicalmente política. El vaciado al que hacía referencia antes en la lengua también se puede trasladar a la vida contemporánea. La poesía no es sólo la expresión de los sentimientos, eso es una banalidad. Los poetas que nos interesan, como Antonio Buero Vallejo o Rosalía de Castro, transmiten mucho en el campo afectivo y, también, más allá de él.

¿Cuándo se dio cuenta de que se iba a dedicar a la poesía?

Empecé a escribir cuadernos. Ahora los muchachos usarán el ordenador o el móvil. Se trataba de adquirir conciencia de cómo son las cosas, que té pasa, qué te hace sufrir, qué te alegra? En mis cuadernos hay mucho: notas de películas, conversaciones, paisajes, sueños? Es como un espacio en el que cabe todo y al que más le interesa es a uno mismo. La poesía tiene un componente intransitivo. Sólo en la medida en la que el trabajo es fuerte con uno mismo, llega a los demás.

La muerte también está muy presente en sus escritos...

La muerte forma parte de la vida de todos, nos atañe directamente. El mundo contemporáneo trata de no pensar en la muerte, elude hablar de ella, igual que de la enfermedad. Son experiencias proscritas en la lengua actual y en la manera de comunicarnos, cuando deberían ser claves. La vida cambia cuando percibes que tiene un final. Lo que vives, miras o te ocurre adquiere una intensidad especial. La escritura tiene que contar con eso para no ser vacía.

¿Le preocupa que se extienda la censura en el arte?

Me preocupa muchísimo. Hay una involución, una regresión que viene de la política y de la banalización de internet y las redes sociales, en las que ya no se sabe qué es verdad. Hemos llegado a un punto que parecía inimaginable hace algunos años.