Cualquier momento y lugar es bueno para celebrar, para reunirse, sentarse en torno a una mesa y pasar un día en familia, amigos o para fijar encuentros con personas a las que hace mucho tiempo que no se ve. El día de San Antón es uno de esos momentos clave para celebrar los encuentros con los más queridos. En torno a mesas plegables, sillas y alguna hoguera que otra, los ilicitanos dejaron patente ayer el arraigo de San Antón en la ciudad en el día grande su festividad.

Una ventosa mañana abría el día en la ciudad ilicitana y parecía vaticinar un día desapacible, pero el tiempo respetó a medida que avanzaba la mañana y la tarde iba tomando protagonismo. El aire dio tregua a los ilicitanos para celebrar en calma el día en el que se homenajea al patrón de los animales. Aunque no se suspendió ningún acto, el Ayuntamiento cerró algunos parques y huertos por precaución. «Hoy no es día para jugar a las cartas, la verdad», comentaba uno de los asistentes a esta fiesta, «pero no pasa nada, jugamos mejor al dominó».

Las mesas y los puestos improvisados reinaban por todo el barrio de San Antón, en descampados, en algunas de las calles cortadas e, incluso, algunas personas creativas decidieron montar su mesa en una parada de autobús aprovechando los bancos vacíos.

El buen ambiente reinó durante la jornada en honor a la representación del anciano monje de «barbes blanques» acompañado por su «porquet». La tradición de celebrar San Antón viene de lejos en Elche y sigue siendo uno de los días clave en el calendario ilicitano. Los motivos; la trascendencia de esta representación de un santo Abad que es parte de la historia de una de las características de la idiosincrasia ilicitana, la industria del calzado, desde que el gremio alpargatero lo erigió como patrón a finales del siglo XIX. Los tiempos modificaron esta tradición para mantenerla viva y adaptarla a la actualidad en la que reina el patronazgo del santo hacia los animales. La ermita, de más de un siglo de historia, fue el primer punto de parada en la romería que acompañó al santo, tras la misa celebrada en la parroquia de San Antón. La peregrinación estuvo repleta de ilicitanos acompañados de sus mascotas, como perros, algunos ataviados con abrigos y hasta disfrazados «con un traje de peluche para celebrar su día de forma especial», afirmaba la dueña de un yorkshire al que mantenía en brazos envuelto en un traje de oso de peluche. Los transportines también dejaban ver entre las rejillas de sus aberturas a bastantes gatos, los más intrépidos y sociables, con arneses. Entre toda la fauna tampoco faltaron pájaros, cada vez más conejos e incluso algunos reptiles como iguanas y tortugas, que fueron bendecidos frente a la figura en manos del párroco de San Antón. Mientras tanto, la rifa de una hucha con forma de cerdo y de dinero fue otro de los momentos clave para los ilicitanos en San Antón. Este día, lleno de estampas familiares, comidas y hogueras al aire libre también tuvo otro protagonista, esta vez culinario. La coca, que no podía faltar para calmar el apetito en esta jornada en la que, además, se celebra que los días empiezan a notarse más largos y con más luz. «Para mi mujer, la coca de sardina, para mí la de pisto, para los niños de chocolate y para los que vengan más tarde, la que sobre, si es que queda», afirmaba, divertido, uno de los asistentes a la tradición, enseñando sus viandas. Tanto la parroquia como la ermita recibieron a visitantes durante todo el día para contemplar la imagen hasta la traca final de fin de fiestas.