Los orines de los perros van camino de ser no solo un problema de aseo y limpieza urbanos, así como de incivismo por parte de sus propietarios, sino también casi una cuestión de seguridad vial. De lo contrario, que se lo digan a aquellos vecinos, transeúntes y conductores de la confluencia de las calles Pedro Juan Perpiñán y Baltasar Tristany que ayer por la mañana vieron cómo los bomberos tenían que intervenir para retirar un semáforo caído. ¿El motivo de que se precipitara al suelo? La corrosión a raíz de los continuos pipís de los canes que venían teniendo en este grupo semafórico, como muchos otros en la ciudad, su aliviadero particular, unido a la falta de mantenimiento.

Así al menos lo aseguran desde el Parque Comarcal de Bomberos de Elche, cuyos efectivos tuvieron que encargarse de retirar este elemento de regulación del tráfico y que, afortunadamente, en su caída no causó ningún daño personal ni tampoco ningún mal mayor para la circulación.

La corrosión, por tanto, ha acabado con la solitaria labor y monótona vida de este semáforo, algo que, según aseguran los bomberos, es una situación que, aunque parezca sorprendente y una broma, afecta a muchos otros en todo el municipio.

En este sentido, recuerdan que mientras el diámetro de grosor de las farolas es mucho mayor, el de los semáforos, expuestos por otro lado también 24 horas a todo tipo de inclemencias meteorológicas, es sensiblemente menor.

Precisamente, el Ayuntamiento de Elche anunció hace algo más de medio año que iba a aplicar un tratamiento especial en el, de momento, pie de las farolas, de tal manera que se evitara esa imagen de que la base se torne negra a causa de la acción incontrolada de los canes. En concreto, se iba a probar en 81 farolas (no semáforos) de la calle Pedro Juan Perpiñán un tratamiento especial a base de resinas plásticas.

En cualquier caso, este incidente, a priori menor (porque nadie ha resultado herido), puede hablar también de la, en principio, falta de mantenimiento de algunos elementos del mobiliario urbano, pero también de hasta qué punto es necesario que los animales miccionen y defequen en lugares adecuados o se retiren o limpien éstos de una forma debida.

Desde 600 ó 1.500 euros, hasta 4.000 euros o incluso cantidades más elevadas son algunas de las cifras que hablan del coste de un semáforo, en función de los materiales empleados, las luminarias, el cableado, si incorpora tecnología LED o si, además, es preciso acometer una obra en el suelo.

Así las cosas, los semáforos no tienen ya solo como enemigos a algún vehículo descontrolado que colisiona contra ellos, sino que también queda demostrado que la insistente costumbre de los perros así como el desinterés de sus propietarios en hacerles cambiar de costumbre se han convertido en las nuevas amenazas para estos inmutables e impasibles vigilantes de tres ojos.