«Cuando me fui a estudiar a Valencia tenía 18 años recién cumplidos y me tenía que pagar el alquiler y mis gastos. Sabía que pagaban unos 1.000 euros a las donantes de óvulos. Creo que esa fue mi principal motivación para entrar a la clínica, aunque no sabía que el proceso era tan largo». Carmen es una de las ilicitanas que han donado óvulos, en su caso en una clínica en Valencia y su principal motivación fue conseguir la compensación económica para poder permitirse pagar sus gastsos como estudiante sin beca. «Sé que no es un sueldo, pero a mí esa compensación, las molestias, el dolor de la punción y el tratamiento hormonal me ha ayudado a pagar algunos gastos de mi primer año de grado», asegura la joven. «Repetiría, porque en la clínica fueron muy profesionales y me atendieron e informaron de todo, de las dudas, pero igual dejo pasar un año para que mi cuerpo se estabilice».

Mariana, otra estudiante que está a punto de finalizar su grado con 22 años se ha sometido al proceso en dos ocasiones. «Yo no entré de entrada por el dinero de compensación, eso fue secundario. Yo elegí hacer el proceso porque mi tía era una de las mujeres que acudieron a la donación de óvulos para ser madre y conozco el proceso de cerca. Me apetecía dar mi granito de arena para que mujeres que han pasado por enfermedades o que tienen problemas para ser madres de forma natural, puedan serlo», afirma Mariana. «Tuve que hacer muchos tests y pruebas previas para saber si era apta para la donación ovárica. La edad, los antecedentes de enfermedades, hábitos, son importantes. Me alegré cuando me dijeron que era apta y, después de seis meses volví a repetir la experiencia». Las donaciones de mujeres como Carmen o Mariana aumentan desde 2014 en la provincia de Alicante.