En los últimos tiempos se ha avanzado en la detección de ciertas enfermedades o trastornos, pero hay algunos que no tienen un diagnóstico concreto y tampoco se conoce de manera precisa a cuántas personas afecta. La tricotilomanía es un ejemplo claro. Según la versión más actualizada del manual diagnóstico de psiquiatría, ésta es una conducta repetitiva centrada en el cuerpo, que se basa en arrancarse el propio cabello o el vello de otras partes como las cejas o pestañas, que suele aparecer a la edad media de trece años.

En Elche apenas hay caras visibles que hablen de su caso, bien por pudor o por la barrera social que se encuentran. Además hay una carencia de estudios y los cuestionarios para evaluar este comportamiento no están traducidos ni validados en España. Aun así, se estima que un 3,5% de las mujeres a nivel mundial padece este desorden, una cifra por encima de la situación de los hombres, que apenas alcanza el 1% de la población masculina.

Beatriz Moreno empezó a desarrollar esta conducta con siete años. En el colegio se quitaba las pestañas de manera minuciosa hasta que sus padres se dieron cuenta, y ante la falta de entendimiento, la castigaron atándole las manos. «Al parecer cuando eres bebé te calma engancharte del pelo, pero es un hábito que se pierde cuando creces, aunque a algunas personas siguen realizando esta conducta errática, pero no es una manía», apunta.

Posteriormente esta ilicitana comenzó a los trece años a seleccionar por zonas los mechones de pelos más gruesos de su cabellera, precisamente donde no sentía dolor, de manera que se inició «un ritual y no veía que fuera un problema, pero empezaron a salirme calvas y terminó en un trauma, porque no conformas tu identidad física, te avergüenzas y evitas pisar sitios públicos. Finalmente te sientes dentro de una cárcel en la que la sociedad cree que te has metido por voluntad propia», relata.

Después de años de investigación sigue existiendo una discusión psicológica sobre las causas que provocan este desorden, ya que probablemente implica múltiples patologías y pueden intervenir factores genéticos, biológicos y psicológicos, además de la cuestión ambiental como estrés o sentimiento de ansiedad.

Por otra parte el último manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales, actualizado este año, recoge que la tricotilomanía es un trastorno que aparece debido al fracaso reiterado para resistir los impulsos de arrancarse el pelo. «Estos casos apenas llegan a la consulta y se comenta de pasada. Digamos que está englobado en otro tipo de trastorno como síntoma, pero no tiene entidad propia. Puede ocurrir cuando de niños no saben manejar su sistema emocional y arrancarse el pelo les calma» explica Victoria Meléndez, psicóloga clínica, a la vez que añade que «detrás podría haber un trastorno de déficit de atención sin diagnosticar».

En el caso de Beatriz Moreno, durante una década ha estado bajo tratamiento con terapias psicológicas en las que se le recomendó el método de prevención para evitar llevarse las manos a la cabeza involuntariamente, «poniéndome un gorro y estando ocupada. A veces recaigo porque no sé cuando parar, y tengo que controlar mucho las rutinas del sueño porque en estado de subconsciencia sigo arrancándome pelo», asiente.

Las terapias la ayudaron a conducir la conducta pero hasta la fecha sigue siendo un problema para ella, y considera que tomar fármacos o llevar pelucas tampoco es la solución, pero sí , añade «entender qué originó el desorden e integrarlo como parte de tu identidad, hay que visibilizarlo para quitarte presión» explica.

Hoy esta ilicitana es psicóloga y se está especializando para integrar una de las primeras comunidades profesionales de habla hispana sobre el trastorno junto a otros expertos, para recopilar información más accesible y plantear por qué se suele iniciar en edad temprana, y sobre todo en mujeres. «También es un problema social porque en la calle priman las soluciones estéticas en lugar de tratarlo como un problema de salud, porque la mujer está cosificada y se le da un valor sobrenatural al pelo», admite.