Un coleccionismo desde el corazón, no por inversión; una muestra de solidaridad por homenajear a Andreu Castillejos en vida. Así definió ayer el pintor Juan Llorens la colección de cuadros que durante años reunió Quito Soler del artista, y, como un amigo y compañero, recordó a Castillejos durante la visita guiada a la muestra. Más de cincuenta personas contemplaron la obra pictórica del fallecido autor ilicitano mientras Llorens explicaba las técnicas e instrumentos que había empleado en cada época, y, sobre todo, los aspectos vitales y las influencias que le habían conducido a usar esos y no otros.

Además de los cuarenta y cinco cuadros que forman parte de la obra pictórica de Castillejos desde 1960 hasta 2000, Llorens también contextualizó la introducción de la muestra: varias ilustraciones y una colección de fotografías de alguno de los murales que Castillejos pintó en vida en varios colegios. «Un grupo de artistas comprometidos pensábamos que para acercar el arte al pueblo había que ir a la base; Andreu eligió dar clases en los colegios o pintar delante de niños y niñas muros dedicados a la infancia». Ésa, cuenta Llorens, era la principal novedad del grupo Esbart Zero que ambos artistas pusieron en marcha en 1987; crear oportunidades para que todo el mundo pudiera ser un artista porque, según defienden, cualquier persona nace con la posibilidad de serlo. «Ambos teníamos la esperanza de que en algún momento todos los colegios tendrían clase de plástica, para que los niños y niñas tuvieran la opción de despegar esta faceta», explicó.

Cercanía

Llorens compartió profesión, viajes y aventuras con Castillejos. «Andreu era amigo y compañero, y siempre que se hable de nosotros vamos a estar juntos», declaró, «todavía recuerdo esas noches de campamento en los que nos reíamos al reflexionar sobre los monumentos dedicados a artistas genios». La cercanía y el acercamiento en vida entre ambos artistas permitió que durante la jornada de ayer Llorens pudiera destacar lo meritorio de algunas obras a nivel técnico, pero también las experiencias vitales que marcaron la evolución de su estilo. Las inquietudes políticas y sociales del pintor, la humildad de su hogar, su pasión por la naturaleza, su faceta como activista o el trabajo que desempeñó en fábricas de calzado, entre otras. A los aspectos que solo alguien cercano a Castillejos puede exponer se sumaron los conocimientos que sólo un profesional del arte puede compartir, como la influencia de la movida madrileña o del misticismo del Greco, la definición de realismo mágico en la pintura, el modo de empleo del papel vegetal o el grafito y la técnica de la fragmentación como método para componer alegorías.

El paseo por la colección comenzó con la presentación de un autorretrato -la última adquisición de Quito- datado del año 1964 y meritorio por la escasez de material pictórico que existía entonces. Cuadro a cuadro, año a año, desde Elche o desde Cuba, Llorens presentó los lienzos de Castillejos hasta llegar a un colorido paisaje de El Hondo firmado en 1997 con la particularidad de ser la única obra de la muestra en la que Castillejos empleó la minúscula en su apellido. El motivo: era un encargo de Protocolo. La razón: marcar una diferencia. «Su salud demandaba aceptar la propuesta, pero aun así quiso separarlo de su producción artística», explicó Llorens, «para mí es un rasgo humano».

Éxito

Desde que se abriera al público hace algo más de un mes la exposición «Andre Castillejos, pintor» , organizada por el Institut d'Estudis Comarcals del Baix Vinalopó (IECBV), ya la han visitado más de 2.000 personas. La idea de la exposición se inició en un acto conmemorativo al fallecido artista, cuando Quito Soler tomó la palabra y decidió que era necesario visibilizar la faceta de Castillejos como pintor. «La buena acogida de la colección demuestra la consideración y el fuste que tiene el artista en esta ciudad», observó Vicent Soler, miembro del IECBV, «y la necesidad de reivindicarlo».