Las cifras pueden ayudar a hacer un dibujo general del momento por el que pasa la sociedad pero no reflejan las historias que viven las personas que se esconden tras los números y que viven, en este caso, día a día una situación de desempleo sin ningún tipo de ayuda financiera.

Marta, (nombre ficticio), trabajó durante 14 años en una empresa de alimentación en la que pasaban épocas sin cobrar y la amenazaban con echarle a la calle con el pretexto de que no tenía contrato y sus empleadores no sufrirían consecuencias. Solo cotizó los dos últimos años después de que una denuncia de trabajadoras temporales propiciara una inspección de trabajo que provocó que los gerentes de la empresa encadenaran una serie de contratos cortos y de menos horas de las trabajadas para cubrirse las espaldas ante posibles multas. «Trabajaba con miedo a hablar para que no me echaran, se aprovechaban de la situación», cuenta Marta.

Fue despedida hace cinco años y desde entonces, con más de 40 años, le resulta muy difícil encontrar trabajo de nuevo, y mucho menos de manera estable.

«Estuve año y medio sin prestación por desempleo y he pasado momentos de estrés, de mucho desánimo que aún arrastro. No puedo encontrar estabilidad y mi lucha está cada día en encontrar un empleo que permita seguir adelante un mes más». Desde entonces, esta ilicitana solo ha encontrado trabajos temporales, a veces sin contrato o con sueldos muy bajos que cuando acaban no le permiten tener ninguna retribución con la que mantenerse hasta encontrar un nuevo trabajo.

«No se lo he dicho a mi familia, pero dependo de servicios sociales en algunas ocasiones para alimentarme y es agotador emocionalmente seguir adelante con estas condiciones». Como ella, hay 13.600 personas en Elche.