Desde Sevilla hasta Lérida, pasando por diferentes puntos de la geografía española -e incluso en cierta forma mundial- hasta acabar en Elche. Los vendedores del Mercado Medieval proceden de todo el país y han convertido este tipo de eventos en todo un estilo de vida. Raquel reside en Campello, pero el origen de su actividad en eventos como el Mercado Medieval se ubica Tailandia. Conoció el país asiático hace más de una década y desde entonces viaja hasta allí dos veces al año para encargar la mercancía y recibirla en la península. Este es su cuarto año en el Mercado Medieval de Elche, y ha venido acompañada de su marido para turnarse en las dos casetas que han instalado en el mercado. Sus productos son coloridas lámparas, cuadros y otros objetos fabricados con forja, cerámica, cristal y espejo.

Precisamente los materiales son lo que limitan a Raquel y su marido la participación en este tipo de eventos: «Acostumbramos a ofrecer los productos en festivales de este estilo, pero han de ser cercanos por lo delicado de la mercancía», explica.

En el lado opuesto está Juan José. El eldense era zapatero y descubrió su vocación hace seis años. Dejó la nave industrial y su sueldo para coger la furgoneta y recorrer España de mercado en mercado: «Esto es lo mío, gano menos dinero pero más calidad de vida». Su mesa está decorada con artículos de cuero personalizados, minuciosos objetos de madera y flautas de nativos americanos que él mismo fabrica y cuyo dulce sonido capta la atención de los viandantes.

Aunque destaca positivamente el ambiente, el compañerismo y la organización, Juan José asegura que en términos económicos disfrazarse de medieval en Elche no está compensado: «El mercado ha ganado en fama pero las ventas bajan cada año», explica, «lo ideal sería que las tasas disminuyeran para que ganáramos todos». Los comerciantes confían en las ventas del domingo: «Se supone que mañana viene lo gordo», comenta Juan. Llegado desde Lérida, este es su primer año en el Mercado Medieval, aunque hace 20 que asiste a este tipo de eventos.

Desde más cerca, Murcia, Antonio reconoce que el negocio es una de sus motivaciones para venir hasta Elche, pero la supedita: «Estoy aquí para disfrutar. Descubrí el arte del mimbre hace ya treinta y cinco años en La Palma y desde entonces no he parado». Antonio asegura que suele vender sus productos en este tipo de eventos, pero que su arte cabe en cualquier sitio.

Son muchos los que se detienen a observar, pero los vendedores afirman que son pocos quienes compran. Ángel viene de Sevilla y asegura que este es su primer y último año en el Mercado Medieval de Elche: «No sé a qué se debe, pero nunca había vendido tan poco habiendo tanta gente». Garantiza que sus artículos son de piel de gran calidad y tienen un precio muy competitivo, pero que solo logra vender los más baratos: «Llevamos algo más de 50 ventas pero no llegamos a los 100 euros, y nuestros gastos, entre caseta, desplazamiento y comida, superan los 500. En mi caso, no compensa».