La sequía que sufre la provincia desde hace meses pone el jaque a los agricultores para afrontar las campañas de cultivos para este año hídrico, que acaba de empezar. Y la cosa no parece ir a mejor, sobre todo después de que el Gobierno central haya optado por el cerrar la desaladora de Torrevieja para los regantes, al priorizar el consumo urbano. Así lo aseguró ayer el presidente de Riegos de Levante, Javier Berenguer, que se reunió ayer con los diferentes colectivos agrarios de cara a un encuentro convocado con todos los agricultores que se celebrará el próximo 28 de octubre en IFA. El objetivo es crear un frente común en la búsqueda de soluciones y presionar a las administraciones implicadas con el fin de garantizar el agua. Cesiones de derechos, pozos de sequía o recurrir a otras desaladoras, al cerrar el grifo la de Torrevieja, son algunas de las opciones que desde Riegos de Levante se ponían ayer sobre la mesa. Algunas comunidades ya han empezado a realizar restricciones en el uso del agua, por los escasos recursos hídricos.

La reunión con los colectivos se prolongó durante más de una hora. Ahora serán ellos quienes trasladen a los asociados la situación de cara a la preparación de esa reunión con todas las partes implicadas. Lo cierto es que las consecuencias de la sequía ya se han dejado ver en el Camp d'Elx, con el abandono de algunos cultivos o la reducción de la superficie cultivada ya para este invierno.

A principios de mes, Riegos de Levanta se reunía con los alcaldes de Elche, Albatera, San Isidro, Cox y Benferri, además de ediles de Crevillent y El Campello, para que desde las administraciones locales se instara a blindar el trasvase Tajo-Segura y se solicite la vigilancia de los embalses.

Otra de las guerras de los regantes pasa por rebajar el precio del agua desalada, al margen de lo ocurrido ahora con la de Torrevieja. Los 52 céntimos que pagan en la actualidad hace que en algunos casos sea inviable continuar con la superficie de cultivo actual. La incertidumbre de los agricultores tampoco ayuda, y en previsión de obtener pérdidas por no poder regar sus campos, muchos pueden optar, como ya ha pasado con los cultivos de invierno, por renunciar a sus plantaciones o reducir la superficie cultivada. Esto supondría un duro golpe para los agricultores. Un perjuicio que se arrastraría al año próximo, al haberse abandonado durante un año los terrenos, y sería costoso recuperar lo perdido.

Ni siquiera las esperanzas puestas en el cielo han dado un respiro. Pese a que se anunciaron lluvias para ayer, las precipitaciones pasaron casi de largo para el campo. Lo peor es que los embalses continúan bajo mínimos y la preocupación por el futuro de las cosechas va en aumento, como admitió Javier Berenguer.