Las diferencias entre hombres y mujeres crecen a medida que se reduce el tamaño de las empresas, cuando la presión sindical es mucho menor. En un taller de calzado trabaja María (nombre ficticio de una empleada del sector) y reconoce que «mi salario siempre ha sido inferior al de los hombres».

La trabajadora decía que «somos conscientes de que cada uno tiene una función en la fábrica, pero todos somos importantes y no es justo que los hombres acaben a las 18.30 horas y nosotras tengamos que seguir trabajando hasta las 21 o las 22 horas por un sueldo menor al de ellos».

María tiene 40 años y lleva desde los 17 dedicada al sector del calzado. Explica que ha pasado por varias empresas, en unas ha tenido un contrato y en otras no. En la actualidad, confiesa, «no tenemos contrato, trabajo con mis compañeras repasando calzado y no tengo ningún tipo de contrato. En función del trabajo que sacamos cada quince días me dan unos 450 euros».

Sobre la brecha laboral la mujer dice que «siempre ha existido, las mujeres no sólo ocupamos los peores puestos, y trabajamos tanto o más que los hombres, sino que tenemos que conformarnos con un salario inferior».