Con muchos deberes por delante y con muchos proyectos por hacer realidad, algunos de ellos asignaturas todavía pendientes. Así comienza el tripartito su tercer curso político como inquilino en la Plaça de Baix. El PSOE, Compromís y Partido de Elche han fijado ya las coordenadas de acción que marcarán la hoja de ruta para tras atravesar el ecuador del mandato.

La aprobación de los presupuestos municipales será el primer escollo que deberá salvar el Ejecutivo local si quiere comenzar con buen pie. No sin antes resolver una piedra en el camino al tener un gobierno en minoría y necesitar el apoyo de la oposición. Acceder o no a bajar impuestos como el de vehículos o el de construcciones. Es la línea roja de Ciudadanos. Algo que puede chocar con los planes de un ejecutivo que hasta ahora se ha mostrado reacio a bajar la presión fiscal. Ya tuvieron un buen lío con este tema cuando Cristina Martínez formaba parte del primer tripartito. La bronca por bajar o mantener el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) no queda tan lejos.

Ahora, los de David Caballero han amenazado con no darles respaldo este año si no acatan sus reglas del juego. Ahora habrá que ver de aquí a noviembre cómo marchan las negociaciones y si vuelve a darse un matrimonio de conveniencia entre el tripartito y la formación naranja también este próximo año. Ceder o no ceder. Esa es la cuestión.

Junto a este desafío en el que ya trabaja el Ejecutivo, hay otro trago al que el Ayuntamiento tendrá que enfrentarse y que parece casi inmediato. Tiene que ver con uno de sus principales quebraderos de cabeza y con la piedra que divide a los socios de Gobierno: el Mercado Central. Por mucho que intenten suavizar las diferencias en el seno del Ejecutivo, saltan a la vista.

Aunque ha llovido mucho desde que en 2014 el PP adjudicara el proyecto del Mercado Central para derribar el edificio y construir el aparcamiento subterráneo, el culebrón sigue sin resolverse. El curso político anterior comenzaba con la intención de que empezaran las obras. Ahora, el reto más inmediato del Consistorio -con el rechazo de los de Mollà- es desalojar el edificio de abastos y que comiencen unas terceras excavaciones. Ni rastro de plazos para el comienzo de los trabajos.

Pero este no es el único proyecto enquistado que pasa factura al tripartito. Las ruinas del hotel de Arenales en primera línea de la playa se les han vuelto a atragantar. Aunque el Ejecutivo se ha empeñado en echar balones fuera, al disponer el Gobierno central las competencias directas en el asunto, tener sin resolver el conflicto del hotel no les ayuda.

«Puntos negros» aparte, el tripartito encara el tercer año con la vista puesta en materializar proyectos que ya comenzó a trazar en el curso pasado. Así lo han «vendido» en comparecencias individuales cada partido político y también de forma conjunta. Había que dejar claro los logros de cada uno y por separado.

Adjudicar la contrata del servicio de limpieza y recogida de basura, peatonalizar la Corredora, ampliar el Parque Empresarial, avanzar en la revisión del Plan General de Ordenación Urbana, finalizar el Plan Especial de Protección del Palmeral, rescatar la concesión del transporte público a las pedanías... Todos forman parte de la lista de promesas del Ayuntamiento para este curso.

En este paquete de planes para la ciudad, hay otros desafíos, que no dependen directamente de la gestión municipal, que de llegar a la ciudad contribuirían a que el Gobierno local se marcara un tanto o, de lo contrario, viera cuestionada su capacidad de influencia con otras administraciones. Como ejemplo, la llegada del AVE el próximo año, finalizar la Ronda Sur o lograr la duplicación de los accesos al aeropuerto Alicante-Elche.

Clima político

Con estos cometidos sobre la mesa y superado ya el ecuador del mandato, los responsables del Ayuntamiento ilicitano han retomado la actividad tras el periodo estival cantando a los cuatro vientos la cohesión y la estabilidad del equipo de Gobierno. Así lo escenifican y defienden de puertas para fuera, ya que la falta de sintonía entre algunos concejales es evidente. No obstante, el clima de buen rollo se ha escenificado también en este curso político y desde los tres partidos han descartado a viva voz que asuntos como el Mercado Central pueda romper de aquí a final del mandato el pacto de Gobierno.

El tercer año del tripartito comienza también con una guerra abierta en el principal partido de la bancada de la oposición. El PP parece más dividido que nunca por la polémica del cambio de portavoces. La batalla entre Mercedes Alonso y Pablo Ruz está más que servida. Cosa que, aunque el Ejecutivo local pretenda ocultar, sabe que puede ir a su favor por el desgaste al que se exponen los populares a la vista de la opinión pública. Todo cuenta de cara a la próxima cita con las urnas. Aunque parezca lejos, todos han empezado a mirar ya a 2019.