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Falsas leyendas de los detectives

La ilicitana M. Medina logra una mención de honor de la Policía Nacional por su trabajo en la investigación

La detective ilicitana M. Medina durante una de sus investigaciones con cámara en mano. ANTONIO AMORÓS

Más de dos décadas de servicio como detective privado le han servido a M. Medina para recibir el reconocimiento de la Policía Nacional, junto al Colegio de Detectives de la Comunidad Valenciana. Ambas entidades le han concedido una mención honorífica que pone en valor la realización de su actividad profesional. «La Policía hace revisiones periódicas de nuestra labor y comprueba que la ejerzamos de forma correcta. Muchas veces, a través de nuestro trabajo, descubrimos delitos de oficio que se los derivamos a ellos», explica esta criminóloga ilicitana.

Medina no puede entrar en más detalles sobre la investigación concreta por la que ha sido distinguida este año por la Policía Nacional, al igual que sólo facilita la inicial de su nombre de pila. Todo ello corresponde a una cuestión de confidencialidad ligada a su desempeño como detective. Lo cierto es que estas distinciones se conceden por evitar la comisión de delitos en relación con el objeto de su protección o por actuaciones humanitarias con motivo de accidentes, siniestros o catástrofes, que superen el estricto cumplimiento de sus deberes.

La detective ha recibido esta distinción de la Policía Nacional con «mucho orgullo», al igual que quiere aprovechar la ocasión para reivindicar una profesión que «está a caballo entre lo oculto y los falsos mitos que se desprenden del mundo del cine». Medina asegura que los investigadores están «muchas veces mal vistos» y detesta que le llamen «espía». «Nosotros nos dedicamos a investigar, no a espiar. También sé que hay aspectos de nuestro trabajo que despiertan morbo y que a bastantes les incomoda la tarea que realizamos», añade desde su despacho como gerente de la empresa Elche Detectives & Asociados.

Que el primer investigador que a muchos les viene a la cabeza sea el del personaje de Torrente, creado por Santiago Segura, también es algo que no le gusta a Medina. «Uno de nuestros problemas es que, en ocasiones, no se nos toma a serio. Las series y las películas hacen mucho sarcasmo con los detectives y dan a entender que todos somos como Torrente. Lo mejor de esta distinción es que demuestra que nuestro trabajo hace un bien para la sociedad», reivindica.

Otro de los clichés que la ilicitana tiene que derribar es el de ser una mujer dentro de un mundo que, tradicionalmente, se ha asociado al género masculino. «Es cierto que hay más hombres ejerciendo como detectives pero las mujeres estamos cada vez más involucradas en este sector. Tenemos ciertas ventajas, ya que cuando nosotras preguntamos o llamamos a una puerta, no resulta tan agresivo. Eso nos permite obtener más información», subraya la investigadora.

Al margen de los cambios que ha provocado la crisis, una de las grandes transformaciones que Medina ha vivido en primera persona a lo largo de sus dos décadas como detective ha sido la de la tecnología. De las grandes cámaras difíciles de ocultar que utilizaba en sus inicios, se ha pasado ahora a diminutos artilugios, del tamaño de un botón, que son fáciles de esconder y que permiten captar imágenes de gran nitidez en alta definición. Toda ayuda es buena para llevar a cabo una profesión que suele pasar desapercibida y que se presta a pocos reconocimientos como el logrado por la ilicitana.

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