La Roà tiene dos caras, como volvió a quedar demostrado anoche. Una, la protagonizada por los fieles de la tradición, generalmente los más mayores. Otra, la de los que viven más desprendidos de los sentimientos religiosos y ven la noche que lleva del 14 al 15 de agosto como la gran fiesta de ocio en Elche. Es la última oportunidad para salir a quemar todas las naves de estos días grandes: bailar, beber y, por qué no, ligar. El depósito de fuerzas llega justo a estos compases finales de las fiestas. Por eso, muchos de los que apostaron por salir de marcha, se retiraron por la tarde para dormir la siesta.

También hay ocasiones en las que las dos vertientes de la Roà se dan la mano. A última hora de la tarde de ayer en Elche, mientras los más fieles se acercaban a la basílica de Santa María para recoger los cirios con que los que hicieron el recorrido tradicional, otros muchos se agolpaban en las terrazas para cenar. Era su primera parada, para coger fuerzas, en los albores de una noche que prometía grandes emociones. Las mesas de los restaurantes del centro de Elche estaban abarrotadas y, en ellas, era una misión casi imposible intentar cenar si no se había hecho una reserva.

Hay momentos en la Roà incluso en los que la tradición y el ocio se entremezclan. Una imagen clásica empieza a ser ya la de ver a jóvenes, en muchos casos quinceañeros, ataviados con sus bolsas para el botellón, cruzarse en el recorrido tradicional con los devotos que portan sus cirios encendidos. Entre los que apostaron por salir de marcha también había algunos, un poco más mayores, que tenían decidido pasar por la basílica de Santa María como última parada de su plan de juerga, antes de ir a la cama, para ver a la Virgen. Al cierre de esta edición no estaba confirmado que el alcohol les dejara completar su propósito inicial.

De la forma que fuera, la ciudad no durmió anoche venerando a su Patrona. Los más mayores y devotos fueron los grandes cumplidores de la tradición. La cita tenía un significado muy especial para muchos, sobre todo, para los más apegados al sentimiento religioso. En la primera parte del Misteri, la Virgen había muerto y, mientras su alma subía al cielo, su cuerpo quedaba expuesto en Santa María para ser velado durante toda la noche.

Los cirios se encendieron y comenzaron a llenarse unas calles que esta mañana servirán de escenario para la procesión del entierro de María. Fueron muchas las promesas que se hicieron a lo largo de toda la noche, un momento para acordarse de los familiares más necesitados y, también, de aquellos que no están presentes. Emoción y sentimiento se dieron la mano y más de una lágrima se escapó, dando paso a estampas sobrecogedoras.

Ajenos a este recogimiento, el grueso de los jóvenes se disponía a iniciar una noche de fiesta que no debía culminar hasta la aparición de los primeros rayos de sol. Mientras algunos cenaban en las terrazas del centro, otros apuraban sus compras en supermercados y demás tiendas para los grandes botellones. Alcohol, hielo, vasos de plásticos? Nada podía faltar para la primera parada nocturna. El Jaume I volvió a ser el punto de encuentro de los jóvenes, algunos de los cuales probaban por primera vez las bebidas de alta graduación.

Otros, entrados ya en la treintena, confesaban que durante la tarde habían hecho una parada para hacer una siesta de pijama y orinal, con la que acumular fuerzas para la noche. «Tenemos una edad y el cuerpo ya no aguanta igual. Y hoy, como buenos ilicitanos, lo que toca es quedarse hasta el amanecer», confesaban. El plan de muchos ayer fue el de acudir a la mascletà y comer algo en el racó gastronómico, para retirarse a primera hora de la tarde a cargar las pilas. Y después, ducha y vestirse con las mejores galas para afrontar una noche que prometía grandes emociones.

Los restaurantes y terrazas están volviendo a hacer su agosto durante las fiestas, viviendo ayer uno de los mejores días. Después de las cenas y los botellones, la marcha fue diversificándose. Algunos, los más pequeños, optaron por acudir a la barraca municipal. Otros, ya con más edad, se congregaron en el Ferrández Cruz, un lugar que durante los últimos días ha estado masificado y en el que había que hacer largas colas. La zona indie acogió al público que apuesta por este estilo musical y los pubes y discotecas también se llevaron su parte del pastel. Así, mientras los fieles seguían velando a la Virgen con sus cirios encendidos, se fue consumiendo la Roà de este año.