La compleja realidad que supone el entramado de La Festa no puede, ni mucho menos, agotarse en unas consideraciones aisladas, con respecto a los elementos secundarios que la componen, sin conexión explícita al elemento primario que la define como «drama litúrgico». El carácter y la esencia litúrgica de La Festa es aquello que la define y ha de definir a los diferentes elementos que la componen.

La creciente secularización de la sociedad, la desacralización de elementos de la religiosidad popular por parte de sectores sociales que, valorando los elementos estéticos y artísticos de la cultura popular religiosa, pretenden robar su contenido intrínsecamente sagrado, hace a veces comprender defectíblemente la complejidad del Misteri. Esto, unido a la singularidad litúrgica que presenta La Festa, única en el mundo, ha posibilitado que algunos estudiosos desentroncados de nuestra tradición histórica hayan analizado erróneamente la grandeza de La Festa.

Así pues, ni la música, ni la palabra, ni el gesto son elementos absolutos en el Misteri, sino vinculados al absoluto celebrativo de su realidad. Es aquí desde donde presentamos el análisis del ejercicio y del papel de los cantores en La Festa. Pero, ¿qué implicación tiene la definición de La Festa como drama litúrgico para con los cantores de la Capella y Escolanía? Que el Misteri sea un drama litúrgico significa que ha nacido para la celebración litúrgica, entroncada en su ejercicio y vivificada por la misma. Por consiguiente, los cantores de La Festa participan activamente con su voz en un acto de culto, ejerciendo un ministerio claro en la celebración que, va mucho más allá del mero cantar. Es la diferencia entre participar en el Don Juan Tenorio donde no ocurre nada trascendente a participar en la Festa, donde los cantores, por medio de su oficio, de su encargo en el canto, participan en la actualización del misterio sagrado.

Digamos que, de algún modo, los cantores, representando a los creyentes, tomando su voz y actuando en su nombre, como el que ejercita poderes en nombre del otro, veneran, alaban y piden amparo ante la sagrada imagen de la patrona, contemplando y orando su asunción. Los cantores posibilitan por su participación activa en La Festa, la oración que Elche eleva a la Virgen asunta, cantando por Elche y en nombre de Elche: «Que de nostra parentat vos acord tota vegada quan sereu als cels pujada», reza el motete « Flor de virginal bellesa».

Cuando en el medioevo comenzaron a desarrollarse dentro de la liturgia eucarística las formas gregorianas con melismas y melodías tropadas, se introdujeron como elementos de memorización textos en lenguas vernáculas que facilitaban memorizar la nueva música que se intercalaba con la preexistente melodía gregoriana. A la vez, estos textos ayudaban a explicitar y hacer más accesible al pueblo creyente el misterio litúrgico que se actualizaba en la celebración y del cual ellos estaban participando. Paulatinamente, esta práctica fue evolucionando y añadiendo no solamente música, sino gesto dramatizado, siempre al servicio del acto de culto. Así nacieron los dramas litúrgicos de los que devendrían con posterioridad los autos sacramentales y el teatro. Pero, solamente el drama litúrgico pertenecía a la estructura celebrativa y se desarrollaba en ella.

Así nació también La Festa. Su gran peculiaridad no está ya en el esplendor estético con que el devenir de los siglos y el amor de los ilicitanos ha engrandecido su expresión, sino en el hecho de que sólo en Elche se haya conservado de manera ininterrumpida por los siglos su carácter celebrativo en el entramado litúrgico que la vio nacer y contemplamos cada año los 14 y 15 de agosto. Por eso en La Festa no hay director de escena sino maestro de ceremonias.

Así como nació La Festa la hemos conservado.

Aunque en los dramas litúrgicos haya elementos de dramatización no significa que los participes del mismo sean meros intérpretes de un papel teatral, sino que son actores del ejercicio ministerial del canto en esa particular celebración que hemos llamado La Festa d'Elx. Los cantores del Misteri no son actores en cuanto al concepto moderno del teatro, sino actores en cuanto artífices del ejercicio ministerial del canto con el objeto del culto. De manera análoga, podríamos exponer, para comprender esta acción, al sacerdote como actor de su ejercicio sacerdotal cuando preside la Santa Misa, el cual no está fingiendo nada, sino actuando en nombre de otro.

El carácter litúrgico del Misteri es la cualidad que hace de los partícipes cantores y no actores. Estos cantores actúan en la celebración litúrgica de La Festa en nombre del pueblo, ejerciendo un oficio muy particular propio de la liturgia y presente en la historia de la iglesia desde sus orígenes: el oficio de cantor o salmista. Queda expuesto entonces que, el cantor es actor en tanto en cuanto realiza como mediador el hecho del canto en nombre del pueblo y no en el sentido teatral.

Es bien sabido que, en sus inicios, todos los papeles del apostolado eran cantados por sacerdotes y que el devenir histórico ha conservado sólo los que ejercen en la celebración una clara función del ministerio sacerdotal y, por lo tanto, no pueden ser sustituidos por laicos. Por eso en La Festa, los curas van revestidos con ornamentos sagrados. No van disfrazados ni de San Pedro, ni de Padre Eterno, ni de Ángel Mayor para actuar, sino que, revestidos con ornamentos propios del ejercicio cultual, como la estola, alba y capa pluvial, cantan el San Pedro, el Padre Eterno o el Ángel Mayor, para celebrar, que es bien distinto.

El dicho popular «Sense Vespres no hi ha Festa», refleja muy bien la concepción de que el Misteri está enmarcado en diferentes momentos litúrgicos e intrínsecamente vinculado a ellos. También el modo tradicional como denominamos en Elche al cantor refleja esta realidad, pues no decimos actúa como San Juan sino «hace o canta el San Juan».

El Misteri tiene su inicio con las Primeras Vísperas del día 14 y forman parte de él la posterior Vespra, la Roà y la Procesión del Entierro, la Santa Misa de la Asunción, las Segundas Vísperas del día 15 y La Festa con la Coronación.

Los días que anteceden a la liturgia de la Asunción del 14 y 15 de agosto son llamados ensayos generales precisamente porque carecen de los momentos litúrgicos que lo definen como celebración. A veces evidenciamos que se vienen llamando a estos ensayos generales representaciones en la medida que sólo se presenta en Santa María la parte dramatizada de toda la realidad de La Festa.

Hemos de enfatizar el carácter de ensayo como expresión de lo que antecede al hecho de La Festa, aunque la utilización de este término no venga refiriendo la concepción del Misteri como mero teatro, pues hay en los ensayos elementos de veneración y de religiosidad más allá del teatro. Empezando por la presencia de la Imagen Sagrada de la Virgen, a quien se venera, y de los sacerdotes con sus ornamentos, los ensayos generales conservan también en su forma externa muchos de los elementos de la piedad religiosa. También estos ensayos son ejercicios de la piedad orante de los que participamos en el Misteri que, de algún modo, preparamos el corazón del pueblo y el propio para la gran celebración festiva. En estos ensayos también se reza el Misteri, puesto que el Misteri se reza cantando. Nació en la oración para rezar la fe y ha vivido durante los siglos en la oración del pueblo que ama.

Aunque la diferencia externa entre los ensayos generales y la celebración de la Festa sea mínima, existe una diferencia radical en su esencia, puesto que la liturgia actualiza en mi momento histórico y concreto el misterio que celebra y me hace partícipe del mismo por medio de la fe.

La identidad litúrgica de La Festa desde sus orígenes se constata también en los motetes que se cantan ante la imagen yacente de la patrona, a quien estando dramáticamente muerta la dan por viva y a quien, sin haber sido enterrada ni asunta a los cielos por el Araceli, la dan ya como glorificada en ese presente activo que caracteriza la liturgia: «Oh cos sant glorificat de la Verge santa i pura, hui seràs tu sepultat i reinaràs en la altura».

La dramatización del Misteri nació para la celebración y contemplación orante de la fe en que la Virgen, habiendo trascurrido su vida en la tierra, es llamada por Dios a la plenitud de la vida sin conocer la corrupción del pecado ni de la carne.

En definitiva, participar en el Misteri es introducirse en un misterio sagrado difícil de expresar pues toca lo más profundo del ser. Los que cada año tenemos la inmensa dicha de hacer realidad lo expuesto, nos sentimos dichosos no desde la vanagloria humana, sino desde la gratitud por haber recibido este don que es cantar La Festa, porque cantar La Festa es un regalo, una gracia.Los sacrificios que conllevan los ensayos anuales, la renuncia a vacaciones estivales o el sacrificio que para nuestras familias supone ensayar durante todo el año, como mínimo dos veces por semana, se ven compensados con creces cuando uno se ve inmerso en la belleza de esta celebración de amor. Porque todo lo que sucede sobre el Cadafal está marcado y movido por el amor: tocar la imagen de la Virgen, besar sus pies, coger su cuerpo para enterrarlo, subir al cielo y entrar en la vida eterna con ella, es una experiencia que toca el alma.

Existe en Elche una tradición multisecular que afirma que todos los que en la historia han cantado la Festa llevan la protección de la Virgen y no mueren de accidente. Los cantores hemos tenido prueba fehaciente de esta singular gracia, en diversas ocasiones cercanas en el tiempo, en algunos de nuestros compañeros, que han visto pasar la muerte sobre ellos sin tocarla. Un elemento más para agradecer.

Particularmente, al igual que mis compañeros, no puedo expresar con palabras la experiencia de cantar La Festa porque, parafraseando a uno de los caballeros electos de este año, «el Misteri es mi vida». Para muchos de nosotros, el Misteri alberga todo lo que somos y el lugar desde donde amamos. En él hemos forjado, incluso, nuestra identidad personal. En él hemos descansado el corazón y desvelado a su protagonista nuestros secretos más íntimos. En él hemos pedido fuerza en las tribulaciones, esperanza en el fracaso, amparo en los miedos existenciales y la vida para nuestros difuntos.

Porque «Nosaltres tots creem que és la Mare del Fill de Déu»? La fe en la Virgen toca en nosotros lo más profundo del hombre, su entraña más auténtica. Se entiende bien entonces que los que cantan la Festa no interpretamos nada pues lo vivimos todo. Los cantores estamos agradecidos de invocar a María en nombre de nuestro pueblo. Agradecidos de poder servir a Elche poniendo voz al sentimiento profundo de un pueblo.

Para concluir, no quiero dejar de agradecer públicamente a mi mujer y a mis hijos su generosidad por «los tiempos robados», entrega que no puede entenderse sin el amor a La Festa y sin comprender que La Festa siempre es «Ella», la Virgen de la Asunción.