Bajar una escalera, para lo cual se aferran fuertemente al pasamanos; ver salir agua de un grifo; la magia de la electricidad; o bucear en la piscina, teniendo en cuenta que muchos no han visto el mar, son algunas de las situaciones que inicialmente llaman la atención a los niños de los campamentos de refugiados saharauis que en verano vienen a pasar por primera vez unas vacaciones a la provincia. En el caso de Elche, una treintena de pequeños, de entre 10 y 12 años, van a permanecer dos meses con familias de la ciudad, el campo e incluso de municipios como Algueña, Pinoso, Almoradí y Torrevieja.

La Asociación de Ayuda al Sahara Occidental de Elche, cuya presidenta es Ángela Carrillo, lleva 26 años involucrándose en este proyecto de «Vacaciones en paz». Se trata de un programa que trata, por un lado, de arropar a pequeños acostumbrados a vivir de forma humilde pero digna, y por otro, de contribuir a no olvidar el histórico problema de nuestros vecinos los refugiados saharauis.

Durante estos dos meses, los pequeños asistirán a las escuelas de verano del Ayuntamiento, realizarán excursiones por la provincia y, sobre todo, acudirán al mar y a la piscina, que es lo que más les encanta. También pasarán revisiones médicas a cargo de profesionales voluntarios.

Beatriz Jiménez, una madre de acogida, relataba que se animó tras ver un reportaje en la televisión y después de mejorar algo la situación económica de la familia. La experiencia les está siendo tan grata que este año ha acogido por tercera vez a Aziz, de doce años. «Les encanta la comida de aquí, aunque, eso sí, insisten en que no pueden comer cerdo. A los dos meses están deseando volver a ver a sus familias. No se van tristes. Les gusta su desierto», indica.

El alcalde ilicitano, Carlos González; la edil de Relaciones Institucionales, Mireia Mollà; y la concejal de Bienestar Social, Tere Maciá, quisieron darles ayer la bienvenida oficial en el Ayuntamiento en un acto en el salón de plenos.

El equipo de gobierno ha destinado este año para esta iniciativa una ayuda de 12.500 euros, casi el doble que el año anterior. «Hoy es un día de alegría. Poder acogeros es para nosotros una satisfacción. Quiero agradecer la implicación de las familias, su esfuerzo de solidaridad en consonancia con los valores de esta ciudad, esfuerzo que tendrá como premio la sonrisa de los niños», dijo el alcalde.

Mientras tanto, los padres y madres «primerizos» se comunican con mímica con los pequeños, los cuales, en dos meses, aunque no dominen completamente el idioma, sí retornan a sus campamentos entendiendo casi perfectamente el castellano y una cultura distinta.