Una hilera de viviendas da la bienvenida al barrio del Cementerio Viejo, un pequeño asentamiento autoconstruido a finales de los años 50 que vive congelado en el tiempo. Situado junto al centro comercial L'Aljub, apenas separado por una carretera de una de las principales arterias de Elche, sus vecinos se sienten aislados del resto del municipio, olvidados por el Ayuntamiento, abandonados a su suerte. Solares de matorrales secos en los que la basura se acumula sin control, enseres agolpados en medio de las calles en los que el asfalto se confunde con la tierra, mujeres tendiendo la ropa en pleno descampado y niños jugando en un parque sin sombras ni fuentes, apenas separado por unos metros de la carretera, son algunas de las imágenes de «época» que deja el barrio de Patilla en pleno siglo XXI.

La vulnerabilidad económica que sufren a la mayoría de sus vecinos se traduce en una serie de deficiencias endémicas que poco o nada ayudan a desestigmatizar un barrio que pide a gritos una actuación integral. Desde el asfaltado de las calles al cableado del tendido eléctrico, pasando por la limpieza de solares o la reestructuración de los viales que lo conectan con el resto de la ciudad. «Estamos dejados de la mano de Dios. Aquí no se acerca nadie ni a dar los buenos días», resume gráficamente Pedro Torres. A sus 63 años, y tras más de tres décadas viviendo en la zona, este vecino denuncia que, «cuando llueve, se va la luz y a veces tarda una semana en volver ».

Las quejas de Pedro sobrevuelan a problemas particulares de los que nadie tiene la culpa, como que tenga instalado un depósito de 8.000 litros de agua en el patio de entrada a su vivienda desde que le cortaran el suministro por impago. «Nos rodea la basura y nos comen los mosquitos y las hormigas voladoras. Por la noche no podemos encender la luz más de un cuarto de hora», señala sobre las consecuencias de la deficiente limpieza. Respecto a la seguridad, asegura que «hay policía, pero debería haber más. El que la haga que la pague», sentencia Pedro Torres.

Manuel Pilar, vecino de Pedro y aquejado de una discapacidad que lo mantiene en una silla de ruedas, asegura que «esto es la ciudad sin ley». Jubilado, con una pensión del Gobierno francés, se queja de que Correos no le entrega los cheques que le envían los día 14 de cada mes desde el país vecino. «Desde hace meses no me llegan las cartas», denuncia. Si Pedro se avitualla de agua mediante un depósito enorme, Manuel dispone de un generador y placas solares para poder disfrutar de electricidad en su vivienda.

Mientras Manuel departe con un amigo del barrio que le ayuda en sus quehaceres diarios, Victoria Martínez tiende la colada en un tenderete improvisado sobre dos barras de hierro oxidadas frente a la entrada de su vivienda. No es el único que hay en el solar, de tenue tonalidad amarilla por los matorrales secos entre los que se cobija la basura. «Aquí no hay ni barrenderos ni nada», denuncia, aunque no es del todo cierto. Mientras tiende, a pleno sol, una operaria del servicio municipal de limpieza recoge la basura de la calzada que separa su vivienda de una conocida residencia de la tercera edad. Otra cosa son los solares, donde se agolpan restos de plástico, comida, vidrios y hasta la pata de un jamón. «Está todo muy abandonado. Aquí sólo limpian los solares cuando se aproxima el Día de Todos los Santos», advierte Victoria, quien a sus 39 años sólo ha vivido en el barrio del Cementerio Viejo.

Las quejas de los vecinos también alcanzan al pequeño parque infantil construido en la zona el año pasado. Sólo tiene dos columpios, no hay ni rastro de un árbol que haga un mínimo de sombra y tampoco tiene una fuente con la que combatir el calor.

Presencia de roedores

José Lara vive junto al parque. «¿Tú te crees que se puede jugar aquí?», espeta desde la indignación de quien ama un barrio «olvidado en todos los sentidos». «Aquí hay que irse hasta la otra parte del cementerio para poder ir comprar. Estamos aislados», subraya José mientras denuncia la presencia de roedores. «Como no limpian ni quitan los matorrales, esto está lleno de ratas», asegura. «¡Ves! Siempre hay basura sin recoger», asegura señalando uno de los solares en estado lamentable.