La clave para que una pastilla funcione radica en que se pueda disolver y se absorba en el intestino. Algo que, hasta el momento, solo ha podido comprobarse con ensayos clínicos en humanos, con todos los riegos que eso conlleva y con el dinero que cuesta efectuarlos.

El avance en este tipo de medicinas encapsuladas es vital para el desarrollo farmacológico, sobre todo pensando en pacientes con enfermedades crónicas a los que hay que administrar sustancias de manera intravenosa, o incluso enfermos oncológicos que hacen frente a sesiones de quimioterapia.

La vía oral, según los expertos, siempre es menos invasiva y muchos grupos de investigación farmacológica están trabajando en torno a potenciar esa idea. Por ejemplo, la profesora de Farmacia y Tecnología Farmacéutica de la Universidad Miguel Hernández (UMH), Marival Bermejo, forma parte de un proyecto internacional, que se lleva a cabo desde la Universidad de Michigan (Estados Unidos), en el que han desarrollado un intestino artificial para medir la velocidad de disolución de este tipo de fármacos.«Hasta ahora los ensayos se hacen con voluntarios y, cuando se constata que no hay ningún peligro, se empieza a administrar el medicamento a pacientes. Las pruebas con personas son procesos complicados, porque hay que aplicar todo un protocolo de seguridad para que corran los menores riesgos posibles», detalla Bermejo desde Michigan.

Con este prototipo, que simula la manera de funcionar de un intestino a través de un sistema biotecnológico, pueden probar un buen número de medicinas. «Ya existen ciertas pastillas que se toman enfermos que padecen algunos tipos de cáncer y sustituyen quimioterapias intravenosas. Aunque no solo es un avance de cara a los oncológicos. También para los que tienen hipertensión, una dolencia psiquiátrica, etcétera», indica.

Un equipo internacional

El proyecto se denomina Gastrointestinal Simulator (GIS) y está financiado por la FDA (Food and Drug Administration: Administración de Medicamentos y Alimentos), dependiente del Gobierno de los Estados Unidos. El equipo lo lidera Gordon Amidon, reconocido internacionalmente por sus investigaciones en el campo de la solubilidad y la absorción del fármaco. También forman parte científicos de universidades europeas como la de Johannes Gutenberg en Mainz (Alemania) o la de Uppsala (Suecia). Así como de centros japoneses como la Universidad de Kanazawa o la de Setsunan. Marival Bermejo explica que «el objetivo es que este prototipo no solo se quede dentro del sistema de salud norteamericano sino que podamos exportarlo a otras partes del mundo. Es una manera de conseguir que el conocimiento se expanda y comiencen a tenerlo en cuenta las diferentes agencias responsables de los medicamentos de cada país, sobre todo cuando las legislaciones, entre ellas, son de lo más diferente».

Marival Bermejo ya lleva tres años pasando periodos en Michigan para trabajar en este aparato. Comenzó a colaborar con Amidon gracias a una beca Fullbright y, los años siguientes, ha sido invitada por la propia Universidad norteamericana, donde realiza estancias de entre tres o cuatro meses.

El cerebro en el punto de mira

El grupo de investigación de esta experta en Tecnología Farmacéutica, que trabaja desde el campus de Sant Joan d'Alacant de la UMH, está centrado en el análisis de cómo los fármacos traspasan las barreras hematoencefálica. Es decir, en cómo consiguen llegar al sistema nervioso central y actuar con éxito. «Para este tipo de ensayos, el prototipo que estamos creando es fundamental. Cualquier avance relacionado con el cerebro, un órgano tan delicado, puede derivar en que podamos salvar muchas vidas», dice.