«Asistí al combate desde los primeros momentos, aunque sin lápiz ni papel, que no me gusta ni puedo explotar el momento que vivo, y prefiero volver a vivirlo recordándolo». Así explicaba el propio poeta oriolano Miguel Hernández su manera de ejecutar uno de sus mejores trabajos periodísticos durante la Guerra Civil: su conjunto de crónicas sobre la toma del Santuario de Santa María de la Cabeza, publicadas en el periódico «Frente Sur» en mayo de 1937.

Miguel Hernández, en su labor como corresponsal de guerra, «no fue un simple gacetillero capaz de reunir palabras sin sentirlas; el tema -cualquier tema- debía primero hacerse carne en él», señaló en un artículo Ricardo Blasco. Sin embargo, su noviazgo con el mundo periodístico va más allá del conflicto bélico. Hernández colaboró con multitud de medios desde bien jovencito, en los que demostró tanto sus cualidades poéticas como de crítico literario o de mero espectador de la realidad.

La vena periodística de Miguel Hernández, su andadura dentro del oficio que Gabriel García Márquez definió como el mejor del mundo «aunque se sufra como un perro», la recoge Francisco Esteve, director de la Cátedra Miguel Hernández de la Universidad que lleva su mismo nombre, en una breve publicación que ha titulado «Miguel Hernández. Periodista Comprometido».

Una labor de la que nunca se sintió profesional, aunque le dedicó tiempo. «He procurado siempre ser justo y verdadero y, aunque no soy periodista, sino poeta, escribo en el periódico de mis compañeros del Altavoz del Sur la prosa de la poesía que veo y siento en lo más hondo de la guerra», dijo.

Francisco Esteve, autor de este opúsculo sobre las no tan conocidas experiencias periodísticas del poeta, explica que el Juzgado Especial de la Prensa, ubicado en lo que hoy conocemos en Madrid como el Palacio de la Prensa, lo condenó a muerte por haber publicado numerosas poesías, crónicas y folletos de propaganda revolucionaria y de excitación contra las personas de orden. «Tal era su calidad a la hora de escribir que, ya preso, las propias Instituciones Penitenciarias le propusieron colaborar en su revista oficial, Redención, a cambio de grandes ventajas en su vida carcelaria. Pero él se negó a participar en cualquier publicación ligada al movimiento franquista», subraya el también presidente de la Asociación de Amigos de Miguel Hernández.

La recopilación que propone Esteve, desarrollada con motivo del 75 aniversario de la muerte del poeta y del XXIII Congreso Internacional de la Sociedad Española de Periodística (SEP) que se celebró en Elche, arranca con los primeros contactos de Hernández con los periódicos de su pueblo, Orihuela, donde dio a conocer varios poemas. «He leído, en El Debate del sábado 8 la convocatoria que hace dicho periódico a los aspirantes a periodistas, así como los planes de estudio en la Escuela de Periodismo. Recuerdo que a mi primera, como la segunda, desdichada vuelta de Madrid me habló usted de la tal Escuela de Periodismo». De esta forma manifestaba Hernández su intención de estudiar esta carrera a Luis Almarcha, canónigo de Orihuela, además de amigo y mecenas del poeta. No lo consiguió pero sí que pudo empezar a colaborar en periódicos como «El Pueblo» de Orihuela, donde publicó sus primeras poesías, o en «Voluntad», donde compartió espacio con su amigo Ramón Sijé.

En el periódico «Actualidad» escribían el 23 de octubre de 1930: «No hemos sido nosotros precisamente los que hayamos descubierto a Hernández, pero sí que seremos quienes, con el más ahincado de los empeños, le ayuden a abrirse camino».