El Institut d'Estudis Comarcals del Baix Vinalopó donó ayer al Archivo Municipal las memorias realizadas sobre este hecho de la Real Academia de las Ciencias y las Artes de Barcelona y del Observatorio de Marina de San Fernando. Dos testimonios extraídos de la decena de comisiones científicas de España, Francia, Gran Bretaña, Rusia e incluso del Vaticano, que seleccionaron la comarca para visualizar el efímero fenómeno astronómico.

Estas superposiciones espaciales generaba gran expectación entre la comunidad astronómica de la época, ya que, a partir de ellos, los investigadores eran capaces de obtener más datos sobre la corona solar o incluso constatar teorías como la de la relatividad. De hecho, atrajo a Elche a un primer espada de la materia, el francés Camille Flammarion, considerado el mayor divulgador de este tipo de conocimientos de final del siglo XIX y principios XX. El Institut también cedió ayer al fondo municipal tres libros firmados por dicho intelectual.

Pero, ¿y por qué Elche y Santa Pola se convirtieron en esta especie de observatorio internacional? Según Vicent Soler, miembro de la junta directiva del Institut d'Estudis Comarcals, las razones principales son dos. La primera se basa en que la zona de visualización de este fenómeno describía una línea diagonal que atravesaba la península desde Coimbra hasta la zona del Baix Vinalopó, llegando a Argelia. La segunda, y más importante, la protagoniza Josep Joaquim Landerer, un astrónomo y astrofísico autodidacta valenciano, que con la rudimentaria tecnología de la época, fue capaz de pronosticar que en el entorno del municipio ilicitano se podría ver el eclipse con el cielo despejado. Sus teorías provocaron que este área del sureste español se convirtiera en el punto del país donde, probablemente, más telescopios había ese día apuntando hacia al cielo.

Pero la cosa no quedó ahí. El anecdotario que se generó de este desembarco es interminable. Un auténtico espejo de la época del aquel entonces. Un guión que podría haber escritor el Luis García Berlanga más inspirado. «Por ejemplo, es muy significativa la mayoría de mujeres que había dentro de un comisión astronómica británica instalada en la fonda ilicitana La Confianza. Un símbolo del empoderamiento femenino que recuerda a las famosas sufragistas. O los investigadores extranjeros que temían que de la sierra de Santa Pola bajaran indígenas a atacarles, con un gran desconocimiento del nivel de desarrollo de España», relata el investigador Joaquim Serrano, que escribió, junto a Soler y a otros expertos, un descriptivo libro sobre este pedazo de la memoria ilicitana.

También fue curioso que, en la playa de Santa Pola, la delegación británica y escocesa ayudaran a poner un poco más de moda, en sus ratos libres, un incipiente fútbol. Lo que tampoco podía faltar en la ciudad de la Nit de l'Albà y de la Roà en mitad de un hecho tan astronómico era la pólvora. Los eclipses se dividen en contactos según van evolucionando. Por cada uno de ellos, en Elche, ese día se lanzó un cohete que denominaron «bomba». Detalles como todos los que recopiló el arqueólogo e historiador Pedro Ibarra. «Ha resonado un aplauso en todos los terrados. Óyense gritos de alegría y de miedo, frases de admiración y de plegaria al Todopoderoso. He sentido una conmoción parecida a la que se experimenta cuando coronan a la Virgen en Agosto», narró el propio Ibarra.