El planeta celebraba ayer el Día del Orgullo «Friki», un término que deriva de la palabra inglesa «freak», que en un principio se utilizaba para definir a la gente «rara», pero que a lo largo de los años ha evolucionado hacia la dignificación de una auténtica subcultura apasionada por el cine de ciencia-ficción, los cómics, la literatura fantástica y un largo etcétera dentro del que también se encuentran los videojuegos. La vena nostálgica de algunos de los «frikis» más tecnológicos, los nuevos métodos de distribución en línea y el fácil acceso a herramientas de desarrollo han impulsado los denominados videojuegos independientes (más conocidos como los «indie games»), creados por individuos o pequeños grupos sin el sustento de las grandes empresas aunque, curiosamente, sus obras comienzan a acaparar la atención de muchas de ellas por la frescura que desprenden. En Elche, por lo menos, existen un par de casos conocidos. Por un lado, se encuentran los miembros de Cálcifer Games, un grupo de jóvenes, de entre 19 y 34 años, que unieron fuerzas y conocimiento hace tres años para configurar un juego de cara a un concurso de ideas. Daniel Jover, uno de sus componentes, explica que «la mayoría somos autodidactas. Solo hay uno que está estudiando segundo de Informática. El resto se dedica a cosas que no tienen nada que ver con esta industria. Hay un chaval que cursa Económicas y yo, por ejemplo, soy jardinero, pero a todos nos encantan los videojuegos y nos zampamos un montón de tutoriales para aprender a programarlos».

No obstante, también deja claro que los procesos, en estos casos, son lentos, porque trabajan en sus ratos libres y cuando pueden cuadrar algunas quedadas. En estos tres años, en «UFO rise», su ópera primera, han llegado a terminar una pantalla en la que un extraterrestre aterriza con su nave en mitad de un campo y tiene que ir convirtiendo a los humanos, con rayos láser, en alienígenas para que se unan a su causa. Gráficos retro que recuerdan a esas primeras consolas de los años ochenta. «Normalmente vamos presentando versiones beta en diferentes encuentros de la zona como Elche Juega o Retromiranda. Instalamos un ordenador y dejamos que la gente lo pruebe para ir puliendo errores», detalla Jover, además de asegurar que estos procesos son duros porque nadie del equipo ve un euro y eso hace mella en los ánimos. También se mueven en un sector en España poco evolucionado.

Varios de los grandes eventos de videojuegos «indie» nacieron en California (Estados Unidos), muy cerca del famoso Silicon Valley, donde, además de lumbreras integrados en las grandes corporaciones,hay idealistas que tratan de generar productos vinculados a esta industria sin las restricciones de las grandes editoriales. Románticos de la cultura del «byte».

El ilicitano Sergio Viudes es uno de estos desarrolladores que prefirió aplicar sus conocimientos de Informática a fabricar «marcianitos» para teléfonos móviles que a organizar el sistema de cuentas de una entidad bancaria. Como no quería trasladar su vida a ninguna de las grandes capitales, desde su rústica casa de la partida de Balsares ha ido dando alas a pequeños videojuegos para smartphones que, en un principo, no le daban ni para pipas pero con los que actualmente puede sacarse un sueldo bastante digno. De hecho, se ha dado de alta como empresa bajo el nombre de Baviux, se ha buscado un colaborador y Amazon le seleccionó, hace un par de años, para presentar su plataforma Underground, en la que da cabida a aplicaciones de startups independientes. «El acto lo protagonizamos otros dos emprendedores y yo. Uno de ellos era Gerard Piqué, que también está en el sector», indica Viudes. Sus obras maestras son «Baviux», un juego de bolitas de ojos saltarines con unos gráficos muy básicos, o «Juggle The Doodle», otra app en la que manejas una pelota con el dedo. Ideas sencillas que no conquistarán el mundo pero sí buenos ratos de sus usuarios.