Otra de las conclusiones más trascendentales del estudio de biomarcadores relacionados con las neumonías del Hospital General y que ha permitido reducir un 50% el número de ingresos hospitalarios, es que, a su vez, ha hecho posible ajustar el tipo de antibiótico a las necesidades del paciente en cada caso. La importancia de aplicar la tipología adecuada no radica solo en una mejora del paciente a nivel individual, sino que pasa por disminuir la resistencia de las bacterias a los antibióticos actuales, un problema cada vez más frecuente y que este estudio pretende minimizar en parte. Esto es así debido a que esa clasificación de la infección, caso por caso, ha permitido que en el 85% de los pacientes que no precisaron ingreso hospitalario se haya erradicado la neumonía con antibióticos de primer nivel, los más «flojos». Así, al descartar los de segundo nivel en estos casos, y que antes del estudio eran los usados mayoritariamente ante estos cuadros clínicos, se reduce la carga del fármaco, lo que ayuda a frenar esa resistencia de las bacterias.

«Debemos controlar muy seriamente el tema de los antibióticos. Se está hablando mucho y es real, lo notamos a escala local. Cada vez las bacterias son más resistentes a ellos. Aquí tenemos muchos casos de infecciones por bacterias que antes solo se encontraban de forma muy aislada aquí, en los hospitales, y ahora las vemos en pacientes que provienen de la comunidad, de la calle», señala la jefa del servicio de Enfermedades Infecciosas, Mar Masiá.

Además, el uso de antibióticos de primer nivel tiene menores efectos para el paciente, pues «no hay que olvidar que al aplicar antibióticos también destruimos parte de la flora y de las bacterias que se encuentran habitualmente en el organismo», por lo que solo esa disminución en cuanto al nivel de los fármacos «ya es un logro».