Atrapados en su propia casa, sin poder abrir las ventanas ni salir al balcón, por culpa de las ramas de los árboles que llegan a engullir sus terrazas. Así viven algunos vecinos de la calle Antonio Brotons Pastor y sus adyacentes, en el ilicitano barrio de Carrús, a la espera de que una brigada del servicio municipal de Parques y Jardines pode los árboles que tantas molestias les generan. Paradas de autobús sin techar y sin banco de espera instaladas en plena mediana, la insalubridad que generan las mascotas en zonas de ocio, la escasez de aparcamientos públicos y el constante vertido de escombros, basuras y enseres viejos en los solares próximos al edificio de Cáritas son algunos de los problemas con los que conviven diariamente los vecinos de Carrús.

«Llevo más de un mes llamando al Ayuntamiento para que vengan a podar, pero por aquí no aparece nadie», lamenta Celia, una de las vecinas más afectadas por el crecimiento incontrolado de los árboles en la calle Antonio Brotons Pastor. «Yo he arrancado con las manos las hojas que he podido, pero es como si no hubiera hecho nada. Con el calor que hace no puedo abrir las ventanas, porque los mosquitos te comen, y no puedo estirar el toldo porque choca con las ramas», relata Celia. «Los árboles quedan bonitos, sólo pedimos que los poden para que podamos abrir los balcones», sentencia indignada.

Fini, otra vecina de esta calle de casitas bajas, sufre en sus carnes el mismo problema que Celia, aunque agravado por el hecho de ser alérgica. Las flores de los árboles plantados en la zona le causan severos ataques y las ramas se cuelan en su balcón. «No puedo abrir ni las ventanas», asegura esta vecina. Su marido ha llegado a recoger firmas en el barrio para exigir al Ayuntamiento que los poden. Además de este problema, las hojas ensucian la calle y llegan a embozar las canaletas que coronan las terrazas de estos edificios.

Junto a este problema, en Carrús asoman otros males endémicos como el vertido de residuos y basura que se hacen en solares y en la ladera del río. Un problema de civismo que denuncian numerosos vecinos mientras se quejan de la insalubridad que generan las mascotas. «En todas las calles que confluyen hacia Porfirio Pascual, que es por donde suele pasear la gente a los perros, hay cacas y orines en las esquinas», aseguran distintas asociaciones del barrio.

La escasa frecuencia de la línea L del autobús urbano, la que conduce hacia el hospital del Vinalopó, es otra de las contrariedades a las que se enfrentan los vecinos de Carrús. «Pasa cada 40 minutos y hay paradas que no tienen ni banco para esperar», delata un vecino mientras espera el bus a pleno sol.