El rostro de este artista es igual de invisible en los circuitos nacionales y quizá por eso en el año 2012 decidió dejar su estudio en el barrio valenciano de Ruzafa y probar suerte en Alemania, como otras tantos miles de jóvenes españoles durante los años más duros de la crisis. No había mejor ciudad que Berlín para nutrir y cultivar a un pintor como Coves, aunque fue del otro lado del charco desde donde recibió la llamada que le cambiaría la vida y que le daría a su carrera una dimensión internacional. La galería Arcadia Contemporary, radicada en Los Ángeles (Estados Unidos), quedó embelesada con el estilo del ilicitano y comenzó a mover su obra por ciudades norteamericanas (Nueva York, San Francisco o Houston), así como por algunos de los principales enclaves europeos donde la cultura respira con comodidad. Entre ellas Bruselas o Lisboa, donde, de hecho, ha afrontado sus dos únicas exposiciones individuales.

Los angelinos supieron discernir, a la primera, la calidad de una estrategia pictórica tan hiperrealista y misteriosa que llega a inquietar al espectador. Coves genera una dimensión cotidiana muy actual que, a la vez, se inspira en los artistas plásticos holandeses del siglo XVII. «De hecho, las pinturas flamencas creo que es lo más brutal que he visto en mi vida», insiste este ilicitano enamorado de las composiciones de Johannes Vermeer. También cita, entre sus referencias, otras más contemporáneas como la del norteamericano Edward Hopper. Quizá, en este caso, por esa visión figurativa tan poética que rezumaban las obras más exitosas del neoyorquino. Además de ese punto cinematográfico que las rodeaba.

Y es que el discurso de Daniel Coves siempre se topa con el séptimo de todos los artes. De hecho, decidió volver a España hace un par de años para iniciar un doctorado en la Universidad Complutense de Madrid y tratar de descubrir, con mayor profundidad, las interrelaciones entre las obras de pintores y de cineastas.

Conexiones que considera que son bastante posteriores a los hermanos Lumière. «Muchos pintores del siglo XVII comenzaron a utilizar la óptica como paso previo a la realización de sus obras, desde lentes que les permitían observar la realidad por un agujerito. Aunque durante mucho tiempo he trabajado a partir de fotogramas de películas, ahora mismo parto de fotografías que le hago a gente de mi entorno. Prefiero no abusar de los fotogramas porque sé que un día puedo meterme en algún problema», bromea Coves.

El viaje internacional que están prácticamente iniciando sus cuadros y al que seguro que le deparan otros tantos destinos, lo está coordinando en estos momentos desde su Elche natal.

Prepara, en otras cosas, su participación en una exposición que tiene lugar el próximo mes en la National Portrait de Londres. De un total de 3.000 artistas de todo el mundo seleccionan a cincuenta y él, por cuarta vez consecutiva, es uno de ellos. «En España hay muy buen nivel de pintores pero nos lo deberíamos creer un poco más. Al final te cuidan más en el extranjero. Es una pena». Una auténtica pena y, quizá por eso, en breve, tenga el planteamiento de volver a hacer la maleta y salir de este país en el que, de manera obligada y sin buscarlo, sigue demasiado oculto su rostro de artista, de gran artista.