Allá por el siglo V antes de Cristo, los habitantes de La Alcudia, en el preámbulo de cualquier ritual, se tomaban un trago de una cerveza de menta cuya cebada cultivaban con infectado de cornezuelo, lo que le aportaba al líquido un principio activo muy parecido al LSD, con el que podían ver, de manera más clara, los misterios de Eleusis.

En el museo del yacimiento de La Alcudia existen restos de vasos donde se consumía ese ciceón o «poción mágica» con la que se conseguía alcanzar el éxtasis, un estado que según definía Platón «era una evasión causada por la actuación de una potencia divina».

El nuevo libro del reconocido arqueólogo ilicitano Rafael Ramos, «Los Íberos», además de ser una guía precisa de la primera cultura de la que se tienen datos detallados en nuestras tierras, recoge referencias en piezas de La Alcudia sobre los usos que se le daba en época ibérica a ciertas sustancias que, dos milenios después, son algo más ilegales que por aquel entonces.

Por ejemplo, hay representaciones pictográficas en algunos olpes (cerámicas) de hojas de cáñamo. Sus compuestos narcóticos, según el exdirector del Museo Arqueológico y de Historia de Elche (MAHE), se utilizaban en ceremonias dedicadas al culto al dios Sabacio, que tenían un carácter orgiástico en las que los participantes, por lo general mujeres, gritaban y bailaban al son de ritmos musicales trepidantes.

También dedica varias páginas al uso de la planta Adormidera, derivada del Opio, que se vinculó con las divinidades de la fertilidad y con los cultos agrarios. Además de la famosa «Diosa de las Adormideras», encontrada en el santuario cretense de Gazi, la figura de la Dama Entronizada de La Alcudia, en su mano derecha sujeta una pequeña rama de adormidera.

El segundo de la saga de arqueólogos de los Ramos explica en su libro que «se ha supuesto que de los extremos inferiores de las ínfulas o cordones flexibles que se disponen a ambos lados del cuello de la Dama de Elche, no cuelgan anforillas sino cápsulas de adormidera, por lo que también este busto estaría asociado a una ritualidad que precisase narcóticos para sus prácticas».

Otro de los aspectos curiosos que aborda Rafael Ramos en su libro es el de las fiestas populares, que demuestra que están muy ligadas a las celebraciones actuales. «Por ejemplo, la fiesta de Año Nuevo tenía lugar el 21 de marzo, en el equinoccio de la primavera, que era cuando se quemaba el año para comenzar un nuevo. Hacían una hoguera y se desprendían de las cosas viejas. Una tradición que enlaza directamente con la de las Fallas. Y no confundamos, que las Hogueras de San Juan no tienen la misma raíz. En la etapa ibérica celebra la Ofrenda de Primicias, que consistía en ofrecer los primeros frutos de las cosechas a los dioses y saltar hogueras», indica Ramos, que dentro de sus investigaciones sobre la cultura popular, también destaca que la «palma blanca», típica de Elche, ya se utilizaba en las procesiones de los íberos e incluso en las de la antigua Grecia.

En relación a las tierras griegas, ahonda en los famosos mitos. «Algunos de los más relevantes están enmarcados en la península, en el país del ocaso donde, para los antiguos griegos, se acababa el mundo. Hércules, por ejemplo, levantó las columnas aquí para entrar en el río océano y fue en estas tierras donde vivía el titán Atlante y las gorgonas, y donde Perseo mató a una de ellas, Medusa. Así, en la isla de Alborán de Málaga se supone que fue donde Ulises estuvo apresado por la maga Calipso y lo liberaron para regresar a Ítaca», describe.

Ramos insiste en su publicación en la necesidad de interpretar las imágenes de las piezas con una metodología «que pasa por entrar en el pensamiento de las gentes de aquel momento y, sobre todo, en los textos clásicos. Creo que me los he leído prácticamente todos».