«No hay secreto. Creo que la capacidad pulmonar tiene mucho que ver, también es importante tomar impulso y la forma de poner el hueso en la boca antes de tirarlo», señalaba ayer el ganador del Campeonato Mundial de Lanzamiento de Hueso de Dátil, Antonio López Díaz.

Acababa de batir el récord mundial al alcanzar los 14,43 metros de distancia tras superar la mejor marca establecida en el año 2009. El ilicitano y vecino de Altabix, donde se celebra desde hace nueve años el certamen con motivo de las fiestas de San Vicente Ferrer, confesaba que desde la primera edición nunca había faltado al concurso y que ya había ganado en tres ocasiones.

«Me gusta participar con mis hermanos y mis cuatro hijos me animan a competir en esta actividad tan particular de Elche», apuntaba Antonio tras recibir el premio. Junto a él, Francisco Tomás y José Esteve quedaron finalistas en una prueba, que según los organizadores de la Penya Altabix, cada vez mueve a más gente y hace que la competición sea más reñida. «Solo nos queda poner ya el ojo de halcón para medir con más exactitud», bromeaba ayer uno de los coordinadores del campeonato ilicitano.

Este año han sido cincuenta personas, entre adultos y niños, los que se lanzaron a formar parte de un certamen en el que los pulmones y la destreza para disparar el hueso del dátil son vitales para llegar lo más lejos posible. «Hay que escupir fuerte», afirmaba Alonso Muñoz, que con sus doce años consiguió alzarse con el primer premio de la categoría infantil al alcanzar una distancia de 5,57 metros.

Así, delante de una original pista y rodeados de familiares, amigos y vecinos de diferentes puntos de la ciudad, los lanzadores de hueso de dátil se adentraron ayer en un auténtico ritual para tomar fuerzas y conseguir así una proyección lo más lejana posible. Tras la tirada, el jurado se encargó de medir, con la cinta métrica en mano, la distancia a la que habían llegado los participantes.

Mientras unos competían y otros animaban, el huerto de la Cuerna del barrio de Altabix se convertía en uno de los centro neurálgicos de la festividad de San Vicente Sobre este escenario, además del concurso, también fueron muchos los que aprovecharon para marcarse una buena paella o barbacoa a la leña en mitad del parque y después se tomaron la mona.

La cita con el certamen del fruto de las palmeras datileras, símbolo por excelencia de la localidad, ha conseguido consolidarse como uno de los días señalados en el calendario de los vecinos de este enclave del municipio. Diez kilos de dátiles fueron necesarios para que los más atrevidos pudieran demostrar toda su habilidad en una tradición «Made in Elche».