Los billetes de un dólar llevan impresa una frase que parece irrelevante, pero que es crucial para entender el mundo del dinero: «In God We Trust (En Dios confiamos)». Y es que la fe que depositamos sobre una moneda es su principal valor, su verdad.

Sobre esta premisa gira todo el debate social que se ha suscitado en torno al «bitcoin», una moneda electrónica que se ha convertido en respuesta de los que quieren que sus ahorros escapen de la intromisión de los gobiernos y de los bancos, sobre todo tras las crisis económica. Pero que a la vez abre un hueco para que, sin dejar ningún tipo de rastro, se puedan realizar transacciones ilícitas como el tráfico de armas, de personas o de drogas. Un factor de intranquilidad al que se une el desconocimiento de quién está detrás de esta nueva divisa virtual, puesto que su fundador se presentó en 2009 bajo un seudónimo fundador seudónimoy, a día de hoy, se sigue desconociendo quién o quiénes se encuentran detrás de él.

Hace un año, se instalaron dos cajeros de bitcoins en Alicante (en una tienda denominada Bitphone) y en Elche (en el centro comercial de l'Aljub) en los que se pueden canjear euros por este «oro informático». Al mes, según la empresa que gestiona estas máquinas, se venden, en cada una de ellas, unos 30.000 euros de este tipo de divisa, un volumen que se sitúa en la media de lo que se factura en otros cajeros de España. Sin embargo, en Barcelona, por ejemplo, esta cifra puede ascender a los 100.000 euros mensuales. El director de dicha firma, Bitcoin Investors Trust, Miquel Pavón, subraya que «teniendo en cuenta que ha habido meses más fuertes que otros, podríamos hablar de la venta de más de un millón de euros en bitcoins en la provincia desde la implantación de los cajeros».

Y es que, según Pavón, esta «criptodivisa» se encuentra al alza. La acepción de «cripto» parte de la base de que esta moneda se crea a través de un código que desarrolladores o usuarios con habilidades informáticas pueden generar mediante un algoritmo, pero que nació con un tope de unidades para que jamás pueda darse una situación de hiperinflación, en el caso de que estos productores -o mineros- encontraran la forma de producirla a mansalva.

Por lo tanto, la oferta y la demanda es lo único que modifica su valor. El año pasado un bitcoin rondaba los 600 dólares, y en 2017 ya han alcanzado una precio récord de 1.300. Actualmente, ha bajado a los 1.000. Es decir, mucha gente que apostó por esta divisa en 2016 ha duplicado sus ingresos. Y mucha de la que lo hizo en 2009, en la que el valor no llegaba ni a un dólar, a día de hoy es millonaria.

No obstante, como decía el abuelo del profesor de Estudios Económicos y Financieros de la Universidad Miguel Hernández (UMH), Agustín Pérez, «nadie da duros por una perra gorda». En la opinión de este docente, «cuanto más rentable parece algo, mayor riesgo entraña y, aunque el riesgo no siempre es malo, el peligro es latente». Agustín Pérez manifiesta que el hecho de que no exista ningún tipo de regulación que lo controle y su alta volatilidad ha provocado que no cuaje como método de pago en las tiendas físicas de Europa y su uso se esté escorando más hacia convertirse en un nuevo valor de reserva con el que mucha gente especula, para efectuar compras on-line o enviar dinero al extranjero.

Pero, ¿ hasta qué punto le aconsejaría este experto a un amigo invertir en bitcoins?. «Muchos brockers huyen de este tipo de apuestas y lo ven más como una moda pasajera un tanto "snob". Y es que, ¿quién nos dice que este fenómeno no puede derivar en una estafa piramidal como la que se produjo con el Fórum Filatélico, donde los índices de rentabilidad también eran altísimos? Porque, en definitiva, quién te asegura que un día el mercado de los bitcoins no se va a ir al garete y te vas a quedar con unas monedas virtuales que no valen un euro. No sabes nada de quién hay detrás y qué intereses tiene. El dinero, si lo piensas, no tiene valor en sí. Es un papel o un metal. Realmente su valor se lo da tu fe en la institución que lo sostiene», insiste Agustín Pérez.

El analista financiero y profesor de la Universidad de Alicante (UA) Javier Cholbi incide en que hace poco la Comisión de Valores Norteamericana denegó un fondo de inversión (ETF) que pretendía introducir bitcoins en el mercado regulado, entre otras cosas, porque esta moneda no se rige por ningún tipo de normativa legal y por el alto índice de ciberataques que padecen las casas de cambio que operan con este tipo de activos. «Su valor se hundió un 18% nada más conocerse la noticia», sostiene.

Cholbi insiste en que este tipo de monedas virtuales -aparte del bitcoin existen otras aunque sin tanta difusión- son el marco perfecto para el «blanqueo de dinero. Se supone que es un sistema transparente porque cualquiera puede ver las transacciones que haces desde una dirección de Internet. Pero si tras una compra, generas una nueva cuenta, ya has eliminado el rastro». Además, para el profesor hay un factor común entre la corriente de esta moneda y otras burbujas económicas de la historia «como la de los tulipanes en el siglo XVII o la de las .Com a principios del siglo XXI. Todas se basan en que los inversores confían en que la tendencia siempre será al alza».