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El sí o el no depende del momento

La falta de transparencia y de diálogo con todas las partes y los bandazos de los partidos han llevado al bloqueo de la solución al proyecto de Mercado

El sí o el no depende del momento

Se lleva muchos años hablando del proyecto del nuevo Mercado Central, posiblemente demasiados. Sin embargo, la sensación es que se ha avanzado muy poco para el número de capítulos que llevamos con este culebrón. Ahora bien, lo que parece más que evidente es que, al margen del color que haya ido tomando la vara de mando en este tiempo, la gestión que han venido haciendo los sucesivos gobiernos locales ha sido, cuando menos, cuestionable, incluso desafortunada en algún momento. Al final, ni los partidarios ni los detractores han acabado contentos. Basta sólo con recordar la opacidad con la que se ha ido llevando todo el proceso, y el interés en querer hacer partícipe sólo a un grupo reducido, dejando de lado que, se haga lo que se haga con el nuevo Mercado, acabará marcando el devenir del modelo de ciudad que queremos para Elche a medio y largo plazo. Gran error, pues, dejar en manos de unos pocos una cuestión en la que pueden -y deben- opinar todos: tanto los que están a favor como los que están en contra.

Ejemplos ha habido varios a lo largo de estos años. Ahí está aquella famosa reunión de septiembre de 2013 en el salón de plenos , en la que la entonces alcaldesa, Mercedes Alonso, delegó la explicación del proyecto en ediles y técnicos, y a la que sólo se dejó pasar a una persona por comercio, sólo de negocios de determinadas calles y después de haber mostrado el DNI. Aquel día hubo gente que empezó la tarde apoyando el proyecto y la acabó como opositor al Mercado, tras habérsele vetado el acceso.

O ahí está el cuarto informe de tráfico, de mayo de 2016 y que subraya que la concesionaria incurre en su estudio en las mismas deficiencias que en otros documentos que presentó anteriormente, aunque se haya dado por bueno. Un informe municipal que el tripartito ha tenido cerrado bajo llave hasta febrero, amparándose en que no había pasado por junta de gobierno, pese a las peticiones cursadas por los disidentes del Mercado, y pese a las consiguientes collejas de Transparencia y el Síndic de Greuges.

Son sólo dos ejemplos. Hay alguno que otro más. En cualquier caso, ponen en evidencia que está muy bien sacar pecho de lo dialogante o lo transparente que somos. El problema es cuando se dice una cosa y los hechos van por otro lado. Se corre en esos casos el riesgo de que los consensos se vayan debilitando, no tanto por el rechazo a un proyecto concreto como por la forma en la que se saca adelante.

Menos han ayudado los bandazos que han ido dando los diferentes partidos en función de si estaban fuera o dentro del Ayuntamiento, o de si estaban a un lado o al otro de la bancada, con sonadas contradicciones en los argumentos. Giros inesperados que, lamentablemente, dejan al descubierto las carencias que tienen algunas de la formaciones con vocación de gobierno o, peor aún, que evidencian que el Mercado Central, como tantas otras cosas en este pueblo, sólo es un granero de votos que permite cambiar de posición en función de cómo sopla el viento.

Recapitulando. El proyecto del Mercado Central empezó a mascarse hace muchísimos años. Ya en tiempos de Diego Maciá se comenzó a plantear la necesidad de levantar un nuevo edificio y, sobre todo, de habilitar un aparcamiento, tras el cierre del que había bajo la antigua Pescadería.

No obstante, fue con Alejandro Soler cuando empezó a tomar forma la idea, hasta el extremo de que se llevaría al último pleno de su mandato, en marzo de 2011, una modificación de varios artículos del PGOU, necesaria para poder dar el pistoletazo de salida a la idea. A grandes rasgos, lo que se planteaba era que una gran empresa se encargara de la construcción a cambio de una concesión de la explotación por 50 años. El proyecto, con un coste cifrado en 18,3 millones de euros, IVA incluido, contemplaba la construcción de 406 plazas distribuidas en tres plantas de parking subterráneo, y la entrada por calle Salitre y la salida por Major de la Vila. Lo mejor es que un poco antes los planes E y C de los gobiernos central y autonómico habían traído una lluvia de millones que pasaron de largo por el Mercado, y que acabaron en obras que aún hoy siguen cerradas, como el Albergue, sin ir más lejos.

Pues bien, ese pleno municipal llegó, y Compromís, socio de gobierno del PSOE en ese momento, y el PP de Alonso tumbaron la propuesta. Àngels Candela cuestionó esas 406 plazas de aparcamiento, la intención de instalar un hipermercado, y el presupuesto de ?? millones de euros con una aportación municipal de ?,? millones. Mercedes Alonso, como jefa de la oposición, apuntaba que su grupo ya tenía su proyecto de Mercado, que, además, se financiaría con fondos europeos y con aportaciones del Consell.

En esas estaban cuando llegaron las elecciones de mayo, y el cambio de color en el Ayuntamiento. El sueño de recoger fondos duró bien poco. Tras alguna que otra vuelta, se llegó prácticamente al mismo sitio, y el proyecto que el propio PP se había cargado poco antes se recuperaba a grandes rasgos, con el matiz de que salía a la luz que la adjudicataria se quedaría en propiedad con dos de las plantas del aparcamiento. Sería el proyecto estrella del mandato.

No fueron los del PP los únicos en cambiar de postura. El PSOE pasó de una posición tibia -no dejaba de ser una copia de su proyecto- a alinearse con los abanderados de la disidencia al Mercado. Ahí están las fotos que sólo dos meses antes de las elecciones se hicieron con la gente de Salvem el Mercat el hoy alcalde, Carlos González, y también los líderes de Cs y del Partido de Elche, David Caballero y Jesús Pareja, ahora también reconvertidos a la causa de los partidarios del Mercado.

Y llegó mayo de 2015: otro cambio de inquilinos en la Plaça de Baix, y otro baile de posturas. El PP, evidentemente, esta vez sí se ha mantenido. Es la formación que amadrinó el proyecto y, al paso que se va, si acaba saliendo la obra y los números le dan en 2019, se podría acabar llevando todos los honores.

Por su parte, los socialistas, por la vía de los hechos, han vuelto a alinearse con el proyecto, aunque, como el que no quiere la cosa, sin hacer mucho ruido, aplazando decisiones mientras se ha podido, apelando a que un contrato es un contrato y hay indemnizaciones, y delegando en el Consell y en su dictamen de las catas, para que si llueve se moje otro. No se entiende, de lo contrario, que un día se apele a una indemnización que supera los diez millones, y que otro se sitúe entre los tres y cuatro millones de euros, sin que, por ahora, hayan mostrado algún informe técnico que lo avale, y mientras que su principal socio de Gobierno, Compromís, y algún alto funcionario del Ayuntamiento, aunque sea en petit comité, sostienen lo contrario.

Tampoco tiene mucha explicación la vuelta de tuerca de los de Mireia Mollà. El «no» también se mantiene firme, además, desde los inicios, cosa que no puede decir el resto, pero descolocan sus cambios de estrategia, que por momentos da más la sensación que responden a la presión de su gente que a una hoja de ruta pensada y repensada. Llama la atención que un día decidan ausentarse de cualquier reunión del equipo de gobierno en la que se aborda el Mercado; que otro día se reiteren en la necesidad de cambiar el proyecto, pero que dejen caer que, en caso de hacerse realidad, trabajarán para que haya el menor impacto posible en el centro; y que ahora opten por volver a entrar a las juntas de gobierno y votar en contra, alegando que lo que se les había dicho es que no podían votar no y que sólo podían mostrar su rechazo levantándose de la mesa y marchándose, y ahora les han dicho lo contrario. Mal vamos si no saben cómo enfrentarse a una junta.

Con este escenario, cuándo acabará todo esto es una incógnita. En cualquier caso, tanto los que están a favor como los que están en contra se merecen un proceso con más transparencia y en el que los gestores no se levanten un día y digan una cosa, para al día siguiente decir otra sin argumentos sólidos. Ir en política como el caballo de Atila se acaba pagando, pero no tener un rumbo fijo o tomar a los votantes por tontos tampoco suele dar resultado. De momento, esa falta de transparencia y de diálogo con todas las partes que ha marcado el proceso, unido a los vaivenes de los partidos, ha ayudado bien poco a resolver este problema. Veremos qué pasa ahora.

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