Seis médicos del Hospital General de Elche acusados de homicidio imprudente tras la muerte de un joven ocho horas después de que recibiera el alta declararon ayer ante el Juzgado de lo Penal que con las pruebas practicadas y la evolución del paciente no hubo ningún indicio de que pudiera tener una lesión aórtica. Un extremo que le provocó la muerte a un ilicitano de 20 años de edad una vez salió del hospital y estando ya en su casa, hace ahora 17 años.

Los facultativos que atendieron a Rubén en distintos momentos durante su paso por el centro hospitalario en el año 2000 se declararon inocentes ante el magistrado, después de que la familia denunciara los hechos y haya pedido una pena de tres años cárcel, además de una indemnización de 310.000 euros. Por su parte, el Ministerio Fiscal ha mantenido su escrito absolutorio sobre los sanitarios acusados.

Tanto el primer médico que atendió al joven, tras sufrir un accidente de tráfico que le ocasionó un traumatismo torácico abdominal, como el último que le asistió antes de que la víctima abandonara por última vez el hospital relataron ayer sus intervenciones. El primero de ellos que se encargó del paciente, una vez que subió a planta tras su estancia en reanimación, aseguró que le practicaron un TAC en el que no se vieron lesiones de órganos sólidos. «Cuando le di el alta estaba totalmente estable, en condiciones perfectas tanto hemodinámicamente como clínicamente», reveló el médico. Asimismo, aseveró que una fisura en la aorta «no hay manera de detectarla» y que hasta el día que él atendió al joven no había «signos indirectos que pudieran estar relacionados con esa lesión. Realmente no había sospechas para hacer otro tipo de pruebas en ese momento».

El segundo sanitario que también se sentó ayer en el banquillo de los acusados fue un médico interno residente de segundo año que en aquellas fechas se encontraba en el área de Urgencias. Él reveló que tan solo había realizado una petición para que le hicieran una radiografía al joven cuando volvió por segunda vez al Hospital General, tras haber estado ingresado antes, al quejarse de dolores insoportables. En ese momento fue cuando entró en acción el tercero de los médicos que ayer declaró, un residente de primer año que se encontró a Rubén con vómitos y dolor de espalda irradiante. «Las exploraciones eran normales y en las pruebas practicadas no había síntomas de que había indicios de lesión aórtica. La incidencia de una patología aórtica no es común y fue el diagnóstico menos probable», apuntó el sanitario, que también reconoció no haber pedido la historia clínica del paciente porque por aquel entonces no estaban digitalizadas y solo se reclamaban «cuando eran estrictamente necesarias».

Tras esos resultados, el sanitario confesó que aconsejó al paciente quedarse esa noche en el hospital «por precaución», pero que éste pidió el alta voluntaria. El cuarto de los facultativos imputados atendió a Rubén al volver por segunda vez a Urgencias, porque tenía náuseas y vómitos, además de dolores. «Vi la exploración normal, le dolía porque había recibido un golpe y lo derivé a Medicina Interna», confesó. Ese mismo día, la quinta médica que ayer declaró ante el juez y que atendió también al joven señaló haber visto las analíticas y radiografías que le practicaron al paciente y descartó que hubiera anomalías.

Tras su intervención, la doctora dio el pase al sexto y último facultativo que asistió a la víctima, quien confesó que un paciente con un traumatismo torácico puede llegar a sufrir una lesión aórtica, pero dijo que, «en base a las pruebas practicadas, se descartó esa posibilidad, por eso no pedí otras». En esta línea, el sanitario reiteró una y otra vez los argumentos que anteriormente habían manifestado sus compañeros. El único diagnóstico que realizó entonces el doctor fue un dolor epigástrico (en la zona alta del abdomen), por lo que decidió prescribirle medicamentos para el estómago. «Al valorar positivamente que había tolerado los líquidos y su insistencia en marcharse, le di el alta», aseguró el médico.

Ante las preguntas de la acusación sobre la posibilidad de que otro tipo de pruebas, como un TAC con contrastes, hubieran podido detectar la lesión en la arteria aorta, por la que finalmente falleció Rubén, los sanitarios coincidieron que con un TAC con contrastes se podría haber determinado la existencia de una lesión aórtica, pero no una fisura, que consideraron muy difícil descubrirla. Ninguno consideró necesaria encargarla. Algo que la acusación particular incidió en buena parte del juicio en el que también recriminó en cierta parte que durante toda la estancia hospitalaria del joven en el hospital siempre se le realizaran pruebas similares.