Cuenta José Francisco Cámara en su nuevo libro, «Els secrets del cine Alcázar», que su arquitecto, el ilicitano Antonio Serrano Peral, era un enamorado de la arquitectura racionalista, que le cautivó durante sus años de estudiante en Madrid, cuando paseaba por la Gran Vía y veía los cines que se empezaban a levantar. Edificios con líneas muy depuradas, con esquinas curvas y elementos decorativos art decó, que recordaban a ese Nueva York de los años 20 repleto de glamur y de algún que otro gángster.

De hecho, cuando le encargaron en 1941 el proyecto de una de las salas de proyecciones más importante que ha tenido Elche, la idea era integrarlo en una Gran Vía ilicitana que partiría desde la Plaça de Baix y que llegaría hasta la carretera de Dolores, pero que la historia solo permitió que alcanzara el arco del barrio del Raval. El que fuera arquitecto también de la fábrica de Harinas, de las iglesias de San Juan y El Salvador y de la restauración tanto de la basílica de Santa María como de la escenografía del Misteri d'Elx, tuvo que esperar nueve años para que se ejecutara el proyecto que desarrolló, ya que después de la Guerra Civil, al parecer, había otras prioridades como restaurar los templos. El 5 de diciembre de 1950, su gran obra vio la luz con la película «Monsieur Vincent» (sobre San Vicente de Paul) y un cortometraje de Tom y Jerry.

La publicación del vicepresidente del cineclub Luis Buñuel, José Francisco Cámara, saca a la luz algunos de los planos, fotografías y bocetos que realizó sobre este cine el arquitecto, gracias a los fondos del hijo de Serrano Peral, Antonio Serrano Bru. Dibujos, por ejemplo, en los que se puede ver perfectamente cómo quería que quedara la fachada o los detalles árabes que introdujo como la estrella de ocho puntas o la cúpula que diseñó inspirada en la mezquita de Córdoba. «A Antonio Serrano Peral le interesaba mucho la historia vinculada a la medina árabe que desembocó en nuestro núcleo urbano actual», detalla el investigador y arquitecto técnico ilicitano, que ha configurado este libro con material de su trabajo de fin de carrera y en el que, a través de toda esta documentación, le explica al lector cómo Serrano Peral fue cambiando el diseño, desde un concepto algo más pomposo a una línea más sobria.

Cámara señala que, desde que cerraron el cine en 2003 y lo convirtieron años después en una discoteca, no ha vuelto a entrar. Pero sí sabe que, en las transformaciones que ha sufrido hasta convertirse en un gimnasio, no se ha respetado la arquitectura interior. «Simplemente se han conservado la fachada y las escaleras, según marca el catálogo de protección de edificios. Otras actuaciones, como la que se llevó a cabo para convertir el cine Capitolio en un Zara, sí que ha preservado elementos estructurales y decorativos de dentro», dice.

En el libro, editado por el Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, aborda también otros aspectos como que durante los primeros años se dedicó, sobre todo, al teatro, y se llegaron a realizar allí estrenos nacionales, como el de «Vivir Apenas», de José María Pemán, protagonista de una polémica actual sobre si se quita su nombre de una calle ilicitana.

En 1954 se reactivó en El Alcázar la oferta cinematográfica y se pudieron ver filmes como «Franco ese hombre», «Los jueves milagro», «Psicosis» o «Cleopatra». 1355 butacas que dispuso Antonio Serrano Peral para que los ilicitanos disfrutaran, durante medio siglo, de parte de la historia del séptimo arte como si se encontraran en pleno centro de Manhattan.