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Calvo: «La industria de armas recibe ayudas y no se critican tanto como las del cine»

El director recalca la buena «salud del cine español» tras lograr un Goya en la última gala

Calvo: «La industria de armas recibe ayudas y no se critican tanto como las del cine»

La Academia del Cine llega hoy a Elche con su Ciclo Gas Natural, con el que sigue promocionando por toda España las películas que compitieron el pasado fin de semana por los Goya. Entre ellas, «1898. Los últimos de Filipinas», un filme que recrea uno de los momentos negros de la historia de España y en el que se reflexiona sobre los motivos absurdos que llevan a muchos hombres al frente. Se proyecta a las 19 horas en el Gran Teatro y el pase cuenta con la presencia de su director, Salvador Calvo, que ayer nos desveló algunos secretos del rodaje.

¿Contentos tras la gala?

Bueno, de nueve nominaciones solo conseguimos un Goya, que fue el de Mejor Vestuario. No obstante, se trataba de un año complicado. Competíamos con «Un monstruo viene a verme», «Tarde para la ira», «El hombre de las mil caras», «Julieta»... Del género que quisieras tenías un peliculón, lo cual dice mucho de la salud del cine español. Nos damos por contentos por haber estado en la terna con tantas posibilidades, teniendo en cuenta que era mi primer largometraje.

¿Cómo llegó hasta usted esta recreación histórica?

El productor Pedro Costa, que murió recientemente, siempre ha sido un poco mi mentor y, cuando veía mis trabajos en televisión, me decía que yo lo que tenía que hacer era cine. Una de sus ilusiones era desarrollar una película sobre la historia de «Los últimos de Filipinas», y pensó en mí y en el guionista Alejandro Hernández. Puso en nuestras manos la biografía de Martín Cerezo, uno de los protagonistas de este hecho histórico, con una visión, por tanto, bastante subjetiva. Por eso, tiramos de más documentación. Destacaría un libro de Manu Leguineche en el que habla de las sombras de este acontecimiento, que es en lo que hemos querido profundizar. Al fin y al cabo, fue un destacamento de soldados que España abandonó a su suerte en Baler (Filipinas) y que estuvo un año peleando sin que nadie fuera a rescatarles. En definitiva, queríamos transmitir el sinsentido de las guerras. Sobre cómo nos utilizan por cuestiones económicas, que nada tienen que ver con la patria y la bandera. Poco se parece a la versión cinematográfica sobre este hecho de Antonio Román en 1945, en la que se hablaba de la grandeza del imperio español.

Para contarlo tira de grandes actores: Luis Tosar, Javier Gutiérrez, Eduard Fernández, Álvaro Cervantes, Ricardo Gómez...

Ha sido una experiencia impresionante. Es una pena que no exista una categoría en los Goya que premie el mejor reparto. La verdad es que había un abismo generacional entre actores, pero los más veteranos acogieron muy bien a los jóvenes, como si fueran pupilos. Hubo muy buena convivencia. Como una especie de mili. Karra Elejalde, los días que no trabajaba y nos esperaba en el hotel, llegó a preparar bacalao al pil pil para todos. Por otro lado, soportaron muy bien un rodaje complicado, con situaciones arriesgadas, grabaciones por la noche, armas de fuego... A mí y al productor nos va la marcha, aunque la próxima vez hago un «Martín Hache»: tres actores, diálogo y tranquilidad (bromea).

Dicen que a Álvaro Cervantes es al que le hacen más perrerías.

Ha hecho un trabajo impresionante. El personaje de Álvaro representa a todos esos jóvenes que tuvieron que ir a Filipinas porque no podían pagar el impuesto que los eximía y que no tenían ningún tipo de preparación militar, por lo que la guerra les superó. Coloqué a este pobre actor en espacios de la selva imposibles. Especialmente recuerdo uno en el que había agujeros y Álvaro creía que había conejos, pero no, para su desgracia, eran tarántulas. Menos mal que los operadores eran rápidos y efectivos... También lo dejamos en una especie de cráter tirado con un cuchillo de mentira y él se empeñó en que le diéramos uno de verdad por si se le aparecía algún bicho. Aparte, tuvo que perder mucho peso durante el rodaje, ya que había que reflejar el deterioro físico. Otros miembros del reparto, que no nombraré, se saltaron el régimen y cogieron algún kilo, y tuvimos que hacer algún truco poniéndoles ropa más ancha para simular delgadez (risas).

¿Y dónde recrearon Baler?

Cuando comenzamos a investigar este municipio filipino, descubrimos que Coppola, para «Apocalypse Now», recreó allí Vietnam y construyó unos decorados impresionantes. Durante el rodaje un tifón acabó con todo y obligó al equipo de este cineasta a parar la película, refinanciarla y acabarla en Santo Domingo, perdiendo un montón de millones de dólares. No quisimos correr la misma suerte, así que comenzamos a buscar localizaciones alternativas. La première de «Palmeras en la nieve» se realizó en Guinea Ecuatorial y, cuando nos invitaron, descubrimos unas playas vírgenes alucinantes. Nada más verlas acabamos todo los miembros del equipo bañándonos allí en paños menores. De repente te encontrabas con siete cascadas que daban al mar. Era flipante. Había que rodar algo. Hay una escena en la que van los soldados atravesando un río y saco un plano cenital que creo que es el más bonito que he hecho en toda mi vida. Por otro lado, el poblado sitiado de Baler lo simulamos en la población canaria de Santa Lucía de Tirajana.

Y, hablando de guerras, ¿qué le parece la de los hackers que trataron de boicotear los Goya?

Pienso que el cine se está politizando demasiado, por ambos lados. Nuestro cine es parte de nuestra cultura y es algo que nos pertenece a todos los españoles. Me revientan bastante las críticas hacia las subvenciones al séptimo arte, cuando todo en nuestro país está subvencionado. Por ejemplo, la industria de armas, y no se critica tanto como pasa con el cine. La gente debería enfocar mejor sus ataques.

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