En los últimos 200 años el ser humano ha pasado de vivir en contacto con la naturaleza a residir en jaulas de cemento gris, bombardeadas de publicidad las 24 horas. Generadores de ansiedad que, según demuestran los estudios, pueden aplacarse con un mayor contacto con el medio natural. Y si nadie tiene tiempo de irse a pasar el día al bosque, ¿por qué no traer el bosque a las ciudades?

Esa es la idea que, hace una década, inspiró al biólogo alicantino Ignacio Solano para montar en El Altet su empresa Paisajismo Urbano, y comenzar, a través de esta firma, a erigirse como un icono de la construcción de jardines verticales. De hecho, de su cabeza han salido algunos de los más importantes del mundo. Como el que finalizó el año pasado sobre un edificio del barrio Chapinero Alto de Bogotá (Colombia), bautizado como Santalaia y convertido en el más grande que se encuentra en el planeta, como asegura. En total, 3.100 metros cuadrados de superficie vegetal, que se traducen en 16 muros verdes a modo de «costillas» que cubren el bloque por los laterales y la parte superior. Un total de 115.000 plantas. Solo el diseño del sistema de riego duró más de ocho meses, y otros ocho para construirlo y finalizarlo.

Pero no es la única marca que ha batido, a nivel mundial, este experto en materializar increíbles imaginarios botánicos. También cuenta con el récord del jardín vertical más alto del mundo en Medellín (Colombia), el más grande de Uruguay y la fachada interior más grande de Europa, que curiosamente se encuentra en Elche dentro de las instalaciones de una gran multinacional. Una ciudad en la que también construyó, hace un par de años, una fachada vegetal en la zona de La Calahorra.

«En el caso de Santalaia la propiedad quería una cobertura monocromática y eso hizo complicada la selección de especies vegetales. En cada uno de mis proyectos trato de utilizar la mayor cantidad posible de plantas endémicas, por lo que llevé a cabo una expedición en las selvas del Chocó colombiano para recoger muestras, reproducirlas in vitro y, una vez crecidas, incorporarlas a la obra», detalla el alicantino, que estos días se encuentra en Madagascar para estudiar las ranas del género Mantella y conocer más profundamente la flora endémica. «Este país fue el primer fragmento de la tierra en separarse. Un hecho relacionado con que su flora y su fauna sean imposibles de encontrar en otros lugares del planeta. No existe demasiada documentación sobre sus especies locales», añade el investigador.

Sin embargo, el nuevo reto de Ignacio Solano no se encuentra en esta enorme ínsula, sino en Oriente Medio. «Nuestro desafío está relacionado con las condiciones climáticas, puesto que estamos desarrollando proyectos muy interesantes en zonas muy adversas para la vegetación, como, por ejemplo, en Arabia Saudí, donde se llegan a alcanzar temperaturas de 50 grados a la sombra», manifiesta Solano, que publicó recientemente el libro «La guía definitiva del Jardín Vertical», en el que defiende que lo que él construye son «ecosistemas verticales».

«Son obras que ayudan a reducir el efecto isla de calor en los grandes núcleos. Solo un metro cuadrado de jardín vertical genera el oxígeno que necesita una persona durante un año. En España es complicado apostar por ellos por los costes. Quizá el secreto es que abarataran impuestos para estas edificaciones», propone.