Los definen como cantautores «Globetrotter». En el trabajo que presentan en Elche, «Desprendimiento de rutina», mantiene su defensa de canciones «chiripop» absurdas y depresivas, con catarsis tragicómicas, a través de las que profundizan en problemáticas sociales como el paro, los desahucios o cualquier cosa que fastidie a la ciudadanía. Los apelativos que adhieren los medios a su música ya evoca cachondeo, que seguro que no hace tanta gracia a algunos políticos y a las discográficas que, según ellos, promueven que nos «imbecilicemos».

¿A quién le ven más potencial de grupie de Antílopez: a Mariano Rajoy o a Donald Trump?

Quizá a Rajoy porque, al fin y al cabo, hacemos algo muy para hispanohablantes. Tampoco nos metemos mucho en política. Usamos más el método troyano, dejándolas caer pero sin ir al cuello.

Un método que de vez en cuando utilizan para parodiar productos como «OT»...

No queremos decirle a nadie qué escuchar o qué no. Pero sí somos conscientes de que España, al igual que vivió la burbuja inmobiliaria, padeció una burbuja discográfica, en la que se lanzaban al mercado muchos discos ladrillo. Está claro que de todos estos realities musicales salieron dos o tres cantantes buenos, pero también trataron de vendernos productos que no tenían sentido. Además de sucedáneos, que ya eran surrealistas. Antes de artistas somos espectadores y en Antílopez nos gusta hablar desde nuestra propia experiencia.

Y a fenómenos algo machistas como la música trap o Maluma. ¿Han pensado en dedicarle alguna cancioncita?

Pues es un tema que lleva ocupando mi cabeza los últimos seis meses, para lo que estoy escuchando mucho la opinión de la mujer. Cuando oigo la música de Maluma y de todos esos artistas que van de machitos, pienso que quizá son los que menos culpa tienen. Si existen es porque hay demanda, y lo que más me preocupa es que, tras esa demanda, también haya seguidoras femeninas. Es como que vivimos en una especie de imbecilización global, que consiente todas estas cosas y esos discursos machistas.

¿El «chiripop» es una revisión que hacen de las tradicionales chirigotas andaluzas?

Pues lo que hacemos es pillar el pop como música que nace de lo popular y, sí, la filosofía de la chirigota andaluza. Todas las chirigotas tienen en común tomarse la vida un poco a guasa, con un poco de limón y de sarcasmo. Una tradición en la que el pez pequeño se disfraza y le dice al grande todo lo que no puede durante el resto del año.

En sus shows, combinan canciones con un poco de monólogo. ¿Cuál creen que es su fuerte?

Yo creo que es un conjunto aunque va a gustos. Hay gente que sale y dice que se han «partido el culo» con nuestras bromas y que, además, cantamos muy bien. Y otros destacando las canciones, aparte de haberse reído. Nosotros salimos al escenario con dos guitarras, en crudo, y tratamos de embaucar al público, como podemos, en cada uno de los temas. Y creo que lo logramos. Con historias como la del «Pactito feo», cuando Rivera iba ofreciendo pactos políticos, o del «21% de Alibabá y los 40 ladrones».

Alguna vez han dicho que se dieron a conocer a través de un público que realmente no iba a verles a ustedes...

Nuestro formato es genuino y los programadores no sabían cómo encasillarnos: como músicos, como humoristas, monologuistas... Al final, la gente lo ha entendido, pero ha sido a base del boca a boca que promovían los que nos iban descubriendo casi por casualidad. De hecho, en plena era de las redes sociales, el boca a boca continúa siendo nuestra principal vía de promoción.

Eso, sin duda, es ir a contracorriente...

Al final, lo que mola es descubrir cosas nuevas y que sean un poco tuyas. Y que seas tú el que de una manera personal se lo muestras a tus colegas. Nuestro espectáculo es imposible de comprender sin haberlo visto y tratamos de mantener esa esencia. De hecho, le pedimos al público que no suba vídeos de las actuaciones a la redes sociales, para no chafarle la experiencia a la gente que viene de nuevas.