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Historias de rock, tequila y Elche en el recuerdo

Dos artistas curtidos en tierras ilicitanas se conocen en México DF durante sus aventuras musicales y deciden montar un grupo de versiones

Historias de rock, tequila y Elche en el recuerdo

El ilicitano Javier Miñano asegura que mucha gente llega a México DF casi por casualidad, «pero, cuando prueban este caos tan encantador, o salen huyendo o se quedan para toda la vida». Él se desplazó a la capital mexicana hace dos años con el objetivo de estar tres meses de vacaciones y componer canciones, «y en ese corto periodo de tiempo me empezaron a pasar cosas que en más de treinta años no me habían ocurrido en España», indica. Cosas como grabar un disco con un sello independiente, que tituló «Jugando a perder», y afrontar una gira de más de 24 actuaciones por todo el país norteamericano.

Quizá el último cartucho de alguien que ya había gastado muchos otros en el mundo del rock. Javier Miñano comenzó a forjar su estilo tocando en grupos locales de Elche desde los 17 años: Amalgama, los Jet Sex... Y a los 26 años decidió dejar el despacho de ingenieros en el que trabajaba y marcharse a Madrid a estudiar en la escuela Ateneo Jazz. Allí comenzó a colaborar con orquestas y con diferentes bandas de rock, como la de Belén Drake y otro proyecto más personal que bautizaron como La Danza del Vagabundo. «Pero lo que más hacía era tocar para otros grupos sin poder desarrollar algo más propio. Era un mercenario de la música», explica Miñano desde México.

La historia de Ana Luz Corella es bastante paralela a la de este ilicitano. Se formó en ópera en el Conservatorio de Elche, mientras estudiaba en el Colegio de las Jesuitinas. Fue en esta ciudad donde dio sus primeros conciertos como cantante pero pronto supo que, si quería hacer algo en esto de la música, su futuro también pasaba por la capital de España, por lo que se desplazó a estudiar Jazz e Improvisación en la Escuela de la Música Creativa de Madrid. Una historia de amor se cruzó en su camino y el chico que la coprotagonizaba le animó a desplazarse con él al DF con el objetivo de probar suerte. «También es cierto que hay muchísima industria musical en este país, y de ahí que realizara este salto no tan al vacío. Aquí se produce gran parte de la música latina que se escucha tanto en Estados Unidos como en toda Latinoamérica», subraya Luz, que actualmente se gana la vida formando parte del coro que acompaña en la gira a los cantantes Cristian Castro y Alex Syntek. No obstante, esta artista apostilla que no fue llegar y besar el santo. «El primer año tuve que hacer varios trabajos como modelo mientras buscaba un hueco en el que desarrollar mi vena musical».

Y entre todas estas idas y venidas mexicanas se conocieron Javier Miñano y Ana Luz Corella. En una fiesta de amigos, en el barrio mexicano de La Condesa, los presentaron y se dieron cuenta de que los dos provenían de Elche y que habían llegado a la ciudad de Frida Kalho a través de caminos muy similares. «Desde entonces es como mi hermana pequeña», detalla Miñano, además de explicar que esta conexión ilicitana les ha animado a montar un grupo juntos de versiones, en el que interpretan rancheras y todo lo que tiene que ver con la canción tradicional mexicana. Un proyecto que se llama Radio Days y que defienden en algunos eventos privados de México DF.

Por otro lado, continúan con sus carreras en solitario. Miñano está grabando un nuevo disco para un sello independiente, que producirá Fon Román, excomponente de Los Piratas, y Ángel Rellero, de La Quinta Estación. Ana Luz ultima un álbum de música electrónica con su grupo Simonne. Y mientras tanto ahí siguen, en mitad de esa explosión de color, mezcal, tacos y micheladas. «Aunque con ese buen rollo de tener a alguien cerca que cuando se despide te dice "adéu" y con esa pequeña palabra en valenciano te hace sentir en casa, aunque estés a más de 14.000 kilómetros. Eso sí que es rock and roll», dice Corella.

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