El Aeropuerto de Alicante-Elche es el cuarto de España en tráfico de pasajeros y por tanto tiene también un lugar igual de destacado en movimiento de mercancías y equipajes. Dentro de esos paquetes viajan a menudo falsificaciones, imitaciones de todo tipo de productos que pretenden introducirse en España y en la Unión Europea para hacerlos pasar por auténticos. Es tan frecuente, que en lo que va de año 2016 la Guardia Civil ha iniciado 150 expedientes por falsificaciones detectadas, según exponen desde el Instituto Armado: una media de un envío con productos falsos cada dos días, desde ropa de marca a teléfonos móviles, ordenadores, medicamentos, pasando por maquinillas de afeitar o aparatos para limar callos de los pies.

Para dar con la mercancía falsificada, la Guardia Civil cuenta con la ODAIFI (Oficina de Análisis e Investigación Fiscal), que estudia factores de riesgo en los pasajeros, en el peso y precio declarado en los paquetes, en los destinos y los orígenes... Todo desde sus competencias de resguardo fiscal y en estrecha colaboración con el Administrador de Aduanas, puesto que el espacio por el que cruzan las mercancías depende de la Agencia Tributaria, que cuenta con la Dirección Adjunta de Vigilancia Aduanera (DAVA).

Un paquete de tres kilos, declarado por un valor de diez dólares y cables como descripción del contenido despierta sospechas en el almacén de DHL en el Aeropuerto. Al abrirlo, lo que hay son cien auriculares marca «iPhone» que, si se venden como auténticos, tendrán un valor muy superior. Lo mismo en un paquete en el que se declaran móviles por 426 euros. Dentro hay 15 «iPhone 5s» que no envía ningún distribuidor autorizado.

Cuando llegan las semanas previas al verano, los expertos saben que tienen que intensificar el control sobre el textil, y que comienzan a venderse nuevas equipaciones deportivas. El negocio de los equipos de fútbol atrae a los falsificadores. Aunque se detecten medio centenar de camisetas, tirar del hilo e investigar al destinatario o programar entregas controladas para seguir a la mercancía allá a donde la recoja puede acabar desenmascarando toda una red criminal. Desde el Aeropuerto de Alicante, la Guardia Civil ha llegado hasta Toledo o desde el Puerto de Alicante ha podido seguir la pista a contenedores que se distribuían a toda prisa en estaciones de servicio.

En 2015, la ODAIFI recuperó 15.000 prendas por valor de 400.000 euros en la operación «Mar de Marcas», entre ropa, zapatillas o bolsos que iban a parar a Murcia y se distribuían al por mayor. Pocos meses después, la operación «T-shirt», detectó equipaciones que se iban a vender con motivo del mundial de fútbol por 240.000 euros, según los datos de la Benemérita. La operación «Keys», también en 2015, permitió descubrir todo un entramado de distribución de llaves falsas de coches de alta gama: más de 14.000 piezas que, de haberse llegado a vender, habrían supuesto 1,4 millones de euros, y que se vendían en talleres haciéndose pasar por originales.

Los delitos contra la propiedad industrial e intelectual, según explican los responsables de la Benemérita, son complejos porque quedan en nada si no se involucra la marca perjudicada. La denuncia de la compañía que tiene registrados los modelos es imprescindible para retener la mercancía y para que el atestado acabe desembocando en un juicio, en el que el peritaje de las falsificaciones será fundamental para conseguir condenas. A veces el poco valor de lo incautado conlleva un escaso interés para la marca, si bien los efectivos policiales defienden que el perjuicio que supone a nivel de imagen y sobre todo en términos globales es incalculable.

Sensación de impunidad

A efectos penales, las operaciones más recientes de la ODAIFI no han llegado a la fase de sentencia. Sí se aprecia una cierta sensación de impunidad que se combate estrechando lazos con los representantes legales de las marcas. Y es que cada uno de los 150 expedientes abre un procedimiento que se pone en conocimiento de Aduana, que notifica a la marca para que certifique que es falso e interponga denuncia. La mercancía se detiene diez días y si no hay denuncia hay que entregarla aunque el expediente quede abierto.

En 2016, las operaciones más destacadas han permitido intervenir mercancía que se habría vendido por más de tres millones de euros. La operación «Durezas» descubrió más de 400 copias de aparatos para limar callos y, la operación «Flush», componentes de la marca «Apple» por valor de 8.000 euros. La operación«Curruca» llevo a los agentes a descubrir 3.500 prendas copiadas de marcas deportivas y de moda ocultas en una trastienda a la que se accedía con un complejo sistema de un tirador oculto tras un inodoro en Murcia.

Generalmente, las falsificaciones llegan de China o Turquía. Las sustancias estupefacientes son otro tema, y es que este año se han localizado más de 500 gramos de cocaína en un disco duro de ordenador, un kilo escondido en una máquina de masajes de pies, 700 gramos más en una mesa de sonido, 1,2 kilos en un cuadro. Otras operaciones parten de Aduanas, que aplica sus propio sistemas de evaluación de riesgo. El trabajo codo con codo, desde el intercambio de información, es el día a día.

Embalaje

Llega otro paquete con tres chándals valorados en 25 euros. Al abrir el paquete, son del Barcelona y del Real Madrid y no cumplen los requisitos de embalaje para ser auténticos. A veces una bolsa de «Nike» lleva dentro un chándal de «Adidas» o al revés, cuentan los agentes, que se han llegado a encontrar con falsificaciones incluso antes de ponerse a la venta el modelo. Maquinillas de afeitar «Guillete», perfumes, medicamentos... Sucesivos envíos a distintas personas en una misma dirección al revés (al mismo nombre en distintas direcciones), son otros de los datos que hacen sospechar.

El tabaco es otro de los puntos sobre los que pivota el trabajo, y es que en lo que va de año ya se han incautado 35.000 cajetillas procedentes de Rusia o de Argelia o habanos de Cuba que alcanzarían los 2.500 euros de valor de venta en España. El fraude de impuestos y el riesgo para la salud (ya que no se sabe dónde ni cómo se han elaborado) son graves consecuencias de una práctica que se ha convertido en un riesgo asumible para quienes tratan de burlar los controles, porque en la mayoría de casos se quedan en multas administrativas.