El contador de historias abulense Federico Martín no está utilizando tablets ni complicados programas de Internet para captar la atención de los pequeños del colegio La Alcudia de Elche, donde ofrece un taller de Animación Lectora para diferentes cursos (desde cuarto de Infantil a sexto de Primaria) desde el miércoles y hasta hoy. Con un puñado de libros, algo machacados por su uso, y la destreza con la tiza de su inseparable ayudante, el ilustrador Juan Carlos Jiménez, consigue que no le pierdan de vista de manera casi hipnótica, como si del flautista de Hammelin se tratara. Incluso esos típicos revoltosos de cuarto o quinto de Primaria que suelen mirar con escepticismo cualquier cosa que no sea Cristiano Ronaldo o Messi. Casi sin darse cuenta, pasan de bromear sobre ese señor mayor con una curiosa barba que solo le puebla el cuello, a recitar junto a él diferentes historias sobre buitres y avestruces, o de «Doña Rosita la soltera», de su tocayo Federico García Lorca. La poesía, de hecho, asume un papel crucial en el discurso de este curioso cuentacuentos, que parece un adorable personaje de alguno de ellos. A Gloria Fuertes y Rafael Alberti también los incluye en su show. Del andaluz, de hecho, consigue que su público se aprenda el poema «Nocturna», sobre esa calle en la que hay una casa y esa casa en la que hay una alcoba, y una alcoba en la que hay una cama... Le impregna, además, un tono rocanrolero que asegura que le inspiran dos grandes como Bob Dylan y Joaquín Sabina.
Un artista que dice cultivar su estilo desde principios de los años setenta, cuando en Madrid se integró en el movimiento de renovación pedagógica Acción Educativa. En Elche comenta haber colaborado en los años noventa en la creación del Col·lectiu de Literatura Infantil i Juvenil d'Elx. Pero si hay una conclusión que ha sacado este experto en letras clásicas, románicas, arte dramático y psicoanálisis, es algo tan sencillo como que para lograr que un niño se interese por la literatura «te tiene que ver con un libro entre las manos. Si sus padres, por ejemplo, no son ávidos lectores lo verán como un castigo y se les cerrará la puerta que les abren los libros, que no es otra que la magia de revivir lo vivido», afirma Martín.
