Sabido es, que la aparición de los voluntarios auxiliares de aparcamiento de coches, llamados popularmente «gorrillas», representa, no sólo un problema para el Ayuntamiento, sino también para los usuarios de la vía pública, puesto que en algunas ocasiones han creado conflictos tanto de seguridad ciudadana como de orden público.

Como tantas otras cosas, ésta, también tiene solución (sencilla) si se acude a los viejos del lugar, a aquellos que ya peinamos canas y que hemos conocido sistemas de aparcamiento distintos a los gravosos aparatos de la ORA.

En la década de los sesenta y parte de la de los setenta del siglo pasado, el Estado, creo un ente denominado Asociación de Inválidos Civiles (ANIC) que, entre sus variadas funciones, tenía la de controlar y regular el aparcamiento en aquellas calles, plazas y solares céntricos de la ciudad que por su especial característica, precisaban de eso, de regulación y control.

Verbigracia, en nuestra ciudad, se encontraban entre otros lugares, en la replaceta de Les Barques, en la actual plaza de la Constitución y otras de similares características.

La función se llevaba a cabo, con la emisión de un boleto o tique de la asociación que por el módico precio de cinco pesetas, dejabas el coche, incluso en doble fila, y el vigilante de turno cuidaba del estacionamiento temporal de tu vehículo. Así, ahora y para controlar y regular legalmente esta reciente actividad de los «gorrillas», que en puridad es la misma que hacían los miembros de la ANIC, el Ayuntamiento podría conformar una asociación que englobara a estos peculiares personajes, dotarlos de asesoramiento y de los mecanismos que hicieran posible el desarrollo controlado de la actividad de aparcacoches.

O sea, aprobar una ordenanza que regulara qué personas podrían pertenecer a la asociación, zonas de control, emisión de los boletos o tiques, credencial o placa de identificación y cualquiera otra cuestión que sirviera para el buen desarrollo de esta atípica actividad.