Al igual que pasa con Google, podría decirse que lo que no ocurra en Nueva York, directamente, no existe. Al menos en lo que en el mundo de las tendencias se refiere. Uno de los públicos de la Gran Manzana que más cuidan su estética son todos esos negros adinerados que se vuelven locos a la hora de vestir según marca la cultura del hip hop. Llevan gorras último modelo, se ponen dientes de oro, colgantes a cual más estridente y cantoso... Actualmente, también empiezan a cuidar unos elementos, aparentemente anodinos, como son los cordones de las zapatillas. De hecho, una tienda del famoso barrio del Soho, Aglit Italy, se dedica a vender cordoneras que superan hasta los 300 dólares. Un diseñador de este comercio buscaba a un artista para su próxima campaña y, a través de una comisaria de arte, conoció al cubano Elio Rodríguez, que recientemente había expuesto en la New York Context, una de las ferias de arte más importantes del mundo para los coleccionistas. Los propietarios de Aglit Italy se quedaron prendados con las esculturas que había presentado en este festival Rodríguez. Precisamente, una de ellas había sido seleccionada como imagen del cartel de este evento internacional, y desde Aglit le encargaron una similar.
«La idea que tenían es que desarrollara la obra en Nueva York Nueva York y que se fuera grabando un documental de todo el proceso pero yo no trabajo en ningún sitio mejor que en mi casa, en Elche», precisa Elio Rodríguez, que ya se encuentra enfrascado en la elaboración de la pieza desde su doméstico estudio cercano a la iglesia del Corazón de Jesús. Allí le ha comenzado a dar vida a la escultura que ha titulado como «Puzzle», para la que utilizará más de un centenar de zapatillas de color blanco y más de mil cordones que le han enviado desde la tienda neoyorquina.
Formas orgánicas
Elio Rodríguez reflexiona sobre las zapatillas y los propios cordones como icono social, desde una perspectiva claramente warholiana hilvanada con formas orgánicas. La utilización de sneakers reales, que le ha cedido la firma ilicitana Mustang, sabe que le ayudarán a conectar con el público, incluso con el más joven, ya que se trata de un elemento muy cotidiano para ellos, íntimamente ligado a su cultura estética.
Toda esta filosofía la imprime en una obra de metro y medio de alto por dos de ancho, en la que interconecta un total de seis paneles repletos de zapatillas y en la que los anclajes son los propios cordones. «Los pares son todos blancos porque es un color que, a la vez que unifica, atempera y genera un diálogo más cómodo con el espectador», determina Rodríguez, reincidiendo en la idea de que no se trata de una pieza compleja. La sencillez de su discurso no solo lo achaca a que, en un primer momento, tenga una funcionalidad publicitaria. Entre otra cosas, porque cuando acabe su papel promocional en Nueva York, está previsto que itinere por diferentes festivales artísticos internacionales. A este creador cubano le encanta que sus creaciones puedan llegar a cualquier tipo de público, desde el más especializado al más llano. Arte democrático al 100%.
El plazo que tiene para culminar su escultura acaba en enero, que es cuando la marca desarrolla el lanzamiento de la nueva temporada. Poco antes tendrá que organizar la logística para enviar esta enorme alegoría sobre la zapatilla desde Elche a la isla de Manhattan. «Los cordones pienso que, de alguna manera, aparte de unir elementos, también evocan a todas esas interconexiones culturales que se dan en el arte, a diario. Solo hay que pensar en cómo un tipo cubano, que vive en Elche, pasa por Nueva York y le encargan desde allí una obra que tiene como meta viajar por el mundo», dice.
