La «madame» de un club de alterne de Elche pasará los próximos tres años en prisión después de que el Tribunal Supremo haya rechazado su recurso y haya declarado firme una sentencia de la Audiencia Provincial en la que se relata con crudeza cómo engañaron a una mujer en Rumanía prometiéndole un trabajo lícito en España, cómo la recogieron en el aeropuerto de Barcelona y la trajeron a Elche, cómo le quitaron la documentación y la obligaron a prostituirse entre amenazas de muerte. La mujer consiguió escaparse del club -ubicado en la carretera de Torrellano- después de diez meses que relató como un auténtico calvario, y puso una denuncia en Comisaría, explicando el día a día de un local en el que la habían encerrado junto con otras 25 chicas. Su identidad se ha protegido a lo largo del proceso hasta el punto de haber declarado como testigo protegido por motivos de seguridad.

Su declaración en el juicio es la principal prueba contra la mujer ahora condenada y contra otros cuatro acusados, que han sido declarados en rebeldía. Los hechos tardaron más de una década en llegar a enjuiciarse en la Sección VII de la Audiencia Provincial en Elche, y se remontan a 2002. En ese año, la mujer partió de Rumanía a España, captada en su país de origen por dos individuos que le prometieron un trabajo que nada tenía que ver con la prostitución. Le aseguraron, según relató en el juicio, que le pagarían los gastos del viaje y se ocuparían del papeleo para legalizar su situación. En cuanto pisó Elche conoció una realidad bien distinta.

La sentencia recoge que la «madame» del club le quitó la documentación personal y el pasaporte para que evitar que huyera, la obligó a ejercer la prostitución y se quedó con todo el dinero que abonaron sus clientes. Esa mujer, que se hacía llamar «Ámbar», actuó de acuerdo con el hombre que la llevó de Barcelona a Elche y otros tres implicados y se ocupó de mantenerla encerrada en el local. «Durante todo este tiempo, la perjudicada se encontraba privada de su libertad, no pudiendo salir sola del club, siempre teniendo que ir acompañada de una tercera persona que la controlaba», relatan los magistrados como hechos probados. En este contexto, la atemorizaban con «amenazas de muerte a ella y a su familia, para el caso de que se negara a la práctica de todo tipo de actos sexuales con los clientes del club, del que el acusado era administrador único. Asimismo, se quedaban con todo el dinero que ella ganaba y la obligaban a vivir y pernoctar en el mismo prostíbulo, privándole de sus más elementales derechos». Así, la sentencia también reconoce que junto con la testigo protegida «existían otras mujeres a las que, del mismo modo, obligaban al ejercicio de la prostitución».

Cocaína

La mujer es la única condenada en un caso en el que había cinco acusados, porque los demás no han podido ser juzgados al no haber sido encontrados. Fue detenida en marzo de 2003 cuando entraba al club y se le encontraron, además, once papelinas de cocaína que destinaba al tráfico de drogas. Por estos hechos ha sido condenada a un año y tres meses por detención ilegal, nueve meses por determinación coactiva a la prostitución y otros nueve meses por un delito contra la salud pública. A todas las penas se aplicó el atenuante de dilaciones indebidas.

La mujer recurrió la sentencia considerando que el testimonio de la mujer no era suficiente para desvirtuar la presunción de inocencia, aunque el Tribunal Supremo ha rechazado todos sus argumentos. Entre otras cuestiones, considera que «la testigo protegida declaró en el juicio oral la vida a la que fue sometida durante casi diez meses hasta que consiguió escaparse, manifestó la estructura del local, la vida a la que sometían a las mujeres, cómo no las dejaban salir y cómo las obligaban a ejercer la prostitución, dio nombres de los dueños y colaboradores del local, describió que la acusada las acompañaba fuera a ella y a unas 25 mujeres, les daba las toallas, los preservativos, los tiques, limpiaba, cambiaba las sábanas, avisaba del tiempo de los servicios y los cobraba». La sentencia añade que quedó claro cómo el miedo a denunciar y los problemas de idioma tuvieron condicionada a la víctima hasta que consiguió que alguien la ayudara y la ocultara tras escaparse.