Aurora Sales es una de las pocas aparadoras de Elche que decidió poner cara a la economía sumergida. Un día, después de trece años delante de una máquina cotizando a veces sí y a veces no, decidió decir «hasta aquí», y pidió un contrato fijo a sus jefes.

«Trabajaba en un ambiente muy malo y veía como pasaban los años, me hacía mayor, y no tenía ninguna seguridad», explica Aurora, que detalla que «el día que pedí un contrato para tener más protección me despidieron».

Esta vecina de Elche asegura que «al cabo de cada año sólo tenía tres meses cotizados a la Seguridad Social, después de pasar cada día dejándome la espalda delante de la máquina».

«Una vez que me despidieron decidí denunciar la situación, para reclamar mis derechos, y, por lo menos, he conseguido que en estos momentos todas mis compañeras, que son más de veinte, tengan un contrato de fijo discontinuo», relata la aparadora, a la vez que anima «a todos a denunciar y no consentir que nadie se aproveche de nuestro trabajo». j. a. m.