Las pintadas hace unos días a la «Figura sedente de Sixto Marco» en la plaza de San Juan, y a la de «El Espardenyer», en la plaza de El Raval, han sido los ejemplos más llamativos en Elche de vandalismo ligado a las pintadas callejeras. Gamberradas que ni los propios artistas urbanos aprueban, pero que abre de nuevo el debate sobre la legitimidad o no del grafiti en las paredes de la ciudad.

Y es que esta disciplina tiene detractores y seguidores casi a partes iguales. Desde quienes la criminalizan y la tachan de una forma de degradar el espacio urbano a quienes la utilizan como fórmula de impulso turístico: en Bélgica, por ejemplo, las paredes con dibujos de Tin Tin y Milú son de lo más fotografiadas y, sin irnos tan lejos, la aldea castellonense de Fanzara se ha convertido en un lienzo de artistas urbanos de todo el mundo, que ha acaparado el interés de multitud de visitantes.

En esta discusión social, que se arrastra desde hace más de cuarenta años, solo hay una serie de premisas claras sobre los grafitis: buena parte de la práctica es ilegal, la tratan de atajar y limpiar las administraciones públicas y, para bien o para mal, no tiene pinta de que vaya a desaparecer.

El Ayuntamiento de Elche dispone de un equipo específico destinado a la limpieza de manchas de pintura y grafitis, tanto en las fachadas de los edificios como en la calzada, en el mobiliario urbano, etc. Esta brigada elimina unas 3.000 pintadas al año en la vía pública y en parques y jardines.

Desde Urbaser, la empresa concesionaria de la limpieza en el municipio ilicitano, destinan a este equipo a aquellas tareas que necesiten de la aplicación de productos de limpieza especiales para su eliminación, como por ejemplo decapantes, con la combinación de agua a alta presión.

En concreto, el servicio de «quita-pintadas» trabaja de lunes a viernes, en turno de mañana y en jornada de siete horas.

En concreto, lo componen un conductor y un peón especialista en este tipo de aseo urbano. Ambos están dotados de un furgón específico que posee un grupo hidropresor adaptado para este tipo de tareas. Además, incorpora una caldera para calentar el agua, que se lanza a gran presión y temperatura.

El personal que realiza dicha función está formado específicamente para el uso y manejo de este equipo y también de los diferentes productos químicos necesarios, según informan desde la Concejalía de Limpieza, dirigida por el concejal Héctor Díez.

El coste total que supone para la ciudad este servicio es de 133.721 euros al año o, dicho de otro modo, el servicio se pagaría si cada ilicitano pusiera 1,7 euros.

Este tipo de actuaciones de «limpieza», sin querer, han acabado con lo que para muchos artistas urbanos eran auténticas obras de arte. Rosh 333, uno de los grafiteros más importantes que hay actualmente en Elche, recuerda perfectamente cuando se encontró borrado el enorme muro situado en el Centro Social de El Raval, sobre el que habían intervenido desde 1991 multitud de «escritores» generando un «collage» que se había convertido en un auténtico símbolo del arte urbano ilicitano.

Y no era poca cosa que ocurriera algo así en esta ciudad, puesto que Elche, desde hace décadas, es cuna de grafiteros con nombre tanto a nivel nacional como internacional. Algunos han llegado a compartir páginas en importantes retrospectivas sobre «Street Art» con creadores tan consagrados como Bansky, Keith Haring o Spencer Tunick. En este sentido, uno de los referentes es el muralista ilicitano Sam3, cuyas obras pasan desapercibidas en un solar abandonado del centro de Elche mientras son estudiadas en escuelas tan importantes como la Central Saint Martins de Londres.

Y es que el movimiento en Elche, desde que echó a andar, nunca ha tenido demasiado reconocimiento social. El profesor Juan Llorens, autor de una tesis doctoral sobre el grafiti en la ciudad ilicitana, recuerda como «en aquellos años 90 toda esa onda inspirada en el movimiento hip hop de Nueva York, que apostaba por letras hinchadas, no conectaba con gran parte de la ciudadanía ilicitana, que veía a sus autores como macarras. Actualmente la cosa ha cambiado. También los artistas apuestan por una estética más figurativa, que suele ser más aceptada, respetada e, incluso, encargada por las instituciones».

A pesar del rechazo en esos primeros años 90, grafiteros ilicitanos como Dems, Fons o Rois fundaron un colectivo, junto a otros «escritores» españoles, denominado los «Pornostars». Uno de los más potentes que se han generado en nuestro país en lo que a grafiti se refiere. Llegaron a abrir un local clandestino en Elche, denominado Black Lab, al más puro estilo berlinés, en el que exponían obra de artistas urbanos de diferentes partes del mundo. De este movimiento se amamantó Rosh 333, que actualmente es requerido para intervenir paredes en lugares tan dispares como Sicilia, Madrid o Lisboa, pero que sigue decorando, a su manera, los muros de su ciudad.

«A mí la verdad es que me gusta todo: desde la pieza más elaborada, que es por la que yo apuesto, hasta la firma rápida. Pero quizá es que yo me he criado con eso, es parte de mi cultura. Aunque el grafiti, no olvidemos, que tiene totalmente contaminada la moda de la que todos nos alimentamos. No hay más que ver cómo ahora alucina todo el mundo con la serie"The Get Down"», explica Rosh 333, que mantiene viva la escena en su ciudad junto a otros grafiteros. «A Elche cada año, viene gente de México, Francia o Alemania para pintar y para ver las obras que hay en nuestros muros. Muchos nos preguntan: "¿Por qué hay tantos buenos escritores en esta ciudad?". Nosotros siempre bromeamos y les decimos que será el polvo que sueltan las palmeras», dice.

Todo programado

El programa de trabajo que sigue cada día la brigada «antipintadas» está muy bien definido. A primera hora de la mañana se inspecciona la zona centro. En el caso de haberse detectado pintadas, se acomete su limpieza, para lo cual en principo se emplea aproximadamente una hora. Posteriormente, se lleva a cabo el aseo de aquellos avisos e incidencias que han sido comunicados por el departamento de limpieza o los capataces del servicio. Esta labor se suele extender un par de horas. Finalmente, realiza un barrido por diferentes zonas y barrios, la cual está dividida en 14 secciones, para lo que hay de tiempo unas tres horas. El periodo estimado para la revisión de todas es de un año.

Las ciudades tienen otro modo de combatir las pintadas, y es con el trabajo policial. Desde el Ayuntamiento se reconoce no obstante que a veces es muy complicado localizar a los responsables, ya que sobre todo actúan de noche y en zonas donde les da cobertura la oscuridad. La Policía Local, en 2015, intervino en 18 incidencias. A los autores se les identificó y denunció en dos ocasiones.

En lo que llevamos de 2016, se ha intervenido en diez ocasiones, se ha denunciado a tres autores y se ha detenido a dos personas por resistencia y desobediencia a los agentes cuando trataban de identificarlos.

Batalla o convivencia

Rosh 333 tiene claro que, por mucho que limpien o que multen, el grafiti siempre va a estar ahí. En su opinión, la única vía que tienen las ciudades para que esa forma de expresión sea más estética «es que las administraciones permitan que se puedan pintar más murales en el centro, ya que eso hace que la gente se lo curre más y suba el nivel. Solo hay que pasearse por el centro de Vitoria o de Hamburgo». Con un tono algo más crítico, este ilicitano no entiende «que se persiga tanto el grafiti y que se permita, por ejemplo, que nos bombardeen con tanta publicidad en la calle».

Sam3 es de la misma opinión. Desde Atenas, ciudad en la que vive, manifiesta que «la enfermedad, lo que origina estas manchas en la piel denominadas grafiti, se llama publicidad, propaganda o influencia. Estos conceptos continuamente lavan su nombre, mientras que estas firmas de desconocidos son solamente el minúsculo aviso de una reconquista».

Incluso se muestra bastante molesto con los movimientos empresariales que tratan de comercializar, de alguna manera, toda esta cultura urbana: «Cuando la enfermedad quiere sacar a la luz a esos grafiteros y otorgarles de un libre albedrío limitado, bendecirles, premiarles y ponerles nombre y cara... es decir, racionalizarlos; se les está quitando libertad. La libertad de la noche no la tendrá nunca el día porque la libertad es irracional como un sueño», sentencia.