Los que son auténticos grafiteros tienen palabra y honor. Los gamberros, ni lo uno ni lo otro. Los artistas del grafiti son los primeros en denunciar que manchar con un spray una escultura les pone a ellos, una vez más, a los pies de los caballos.

Los vándalos, en cambio, no se paran a pensar que todo el trabajo realizado por Bansky, por citar un grafitero reconocido mundialmente, tendente a que se valore el grafiti también como un arte, se echa por tierra con acciones como la ocurrida este fin de semana en Elche.

Aunque la ciudad, como muchas otras, esté plagada de pintadas -algunas con mucho arte, otras que apuntan maneras, y, las más, que solo contribuyen a afear el entorno urbano-, no se entiende que alguien con un spray se dedique a manchar la escultura de, en este caso, un verdadero artista ilicitano, como es el caso de Sixto Marco. La misma permanece sentada desde 1999 en un banco de la plaza de San Juan.

Su cabeza apareció el domingo por la mañana con varias pintadas verdes, de esas que cuesta quitar y mucho. Pero también le ocurrió lo mismo a la escultura homenaje al oficio de zapatero, ubicada en la plaza del Raval, ambas situadas a pocos metros una de la otra.

Aunque parecía complicado revertir a su estado original las estatuas, finalmente trabajadores de Urbaser lo consiguieron ayer.

«El Espardenyer», de 2003, y la «Figura sedente de Sixto Marco» son obras de Miguel Ruiz Guerrero y son del gusto de los ilicitanos... Tal y como fueron creadas.