Hace solo unos meses, una amiga de Valencia le puso a Adrián Fernández encima de la mesa la posibilidad de irse a África con una expedición de la ONG Cineastas en Acción, que promueve el intercambio cultural entre ese continente y el europeo a través de personas de la industria audiovisual. Este realizador ilicitano, conocido por sus trabajos con Colectivo 17 (rodaron, por ejemplo, un videoclip con el grupo londinense Crystal Fighters), no se lo pensó dos veces y se embarcó el pasado abril rumbo a Ziguinchor, una ciudad situada al sudoeste de Senegal, donde pasó junto a su compañera de aventuras, Lucía Reig, cerca de dos meses.

«Nos llevamos las cámaras y, aparte de colaborar con las diferentes acciones de Cineastas en Acción, queríamos desarrollar un proyecto propio. El problema es que hemos visto tantos documentales y reportajes que nos costó mucho encontrar una idea. ¿Qué no se ha contado ya de África?», explica el propio Adrián Fernández, además de apuntar que pretendían ofrecer una imagen de este continente un poco más positiva, que rompiera con la de pena y pobreza que suele transmitir los medios de comunicación.

Estuvieron allí mes y medio, y no fue hasta cuatro días antes de marcharse cuando dieron con la percha para contar una interesante historia. Un amigo senegalés les invitó a su casa a comer y allí conocieron a un liberiano de 50 años que, solo hacía unos meses, se había introducido en el mundo de la música a través de la guitarra que le había prestado un compañero. «Era impresionante, porque este hombre estaba súper motivado con su nueva afición y nos contó que la había cogido con tantas ganas que ya había compuesto como 500 canciones. Le pedimos que nos tocara un tema y lo grabamos y, a partir de ese momento mágico, nos surgió la idea de reflexionar sobre las aspiraciones y las esperanzas de la gente en Senegal», desarrolla Fernández.

El joven director ilicitano y su compañera grabaron a un total de 20 senegaleses, de diferentes edades, hablando sobre sus aspiraciones de futuro. Algunos sueñan con ser astronautas, futbolistas, escritores, patrones de barco, incluso ministras... «La mayoría de ellos no dejan de esforzarse para conseguirlo, aún sabiendo que su sistema social y político les brinda muy pocas posibilidades», relata. Pero, a pesar de esta cruda realidad, este cortometraje deja buen sabor de boca. Entre otras cosas, según dice Adrián Fernández, «porque ves como, con independencia de que sepan que el camino se les hará cuesta arriba, nunca pierden la sonrisa».

Esta pequeña pieza audiovisual no sabe si catalogarla dentro del género del documental o del videoarte. «La montamos en el trayecto en barco desde Ziguinchor a Dákar, desde donde volábamos de regreso a Valencia», reseña. Tanto Fernández como su compañera están muy contentos con el resultado, por el espíritu esperanzador que desprende, y «porque nos invita a reflexionar sobre cómo en Occidente estamos sumamente preocupados por cumplir nuestras aspiraciones, y eso a mucha gente le frustra, mientras que en Senegal, a pesar de todas las penalidades a las que se enfrentan, tienen claro que lo importante, al final, es ser feliz y disfrutar de la vida aferrándose el presente y no solo mirando al futuro».

El objetivo de los dos realizadores de este corto, titulado «Victim of love», es presentarlo en diferentes festivales de cine solidario, como el de Afroconciencia que se celebra cada año en el Matadero de Madrid. No saben si recabarán algún premio, pero tampoco les importa. Al final, lo que valoran, como los protagonistas de su corto, es la experiencia y lo que vivieron día a día con ellos.