Hace más el que quiere que el que puede. Y si no que se lo digan a las hermanas Ángeles e Isabel Brotons, impulsoras de la Fundación Defora, y a Ester Martínez, Alfonso Otero y Mari Carmen Navarro, responsables de academias de idiomas en las que casi están más pendientes de mejorar nuestra sociedad y aportar un beneficio cívico a través de la formación que de enriquecerse.

Gracias al espíritu de los distintos equipos y sus respectivos trabajadores este verano han hecho realidad una experiencia poco habitual y que dejó a todo el mundo con ganas de repetir.

La Fundación Defora, que en sus instalaciones ha creado un espacio de convivencia para fomentar la inclusión social de personas con distintas capacidades, trasladó recientemente hasta la academia de Ester Martínez, muy cerca de la plaza de Castilla, a un total de siete personas, de entre 17 y 55 años.

Allí, casi una treintena de alumnos, de entre 2 y 11 años, pertenecientes a la escuela de verano de inglés, les esperaban con los brazos abiertos -y las pinturas preparadas- para protagonizar juntos una iniciativa peculiar.

La mañana comenzaba con grandes expectativas, sin saber muy bien cómo resultaría la aventura de juntar por unas horas a un grupo de personas con capacidades diferentes, que han aprendido un oficio, como es el de crear calzado y bolsos, con pequeños aprendices de inglés, que se forman mientras juegan y disfrutan con las actividades programadas en la escuela de verano, donde cada semana han venido abordando una temática específica.

Y el caso es que la combinación funcionó. Al poco tiempo de estar juntos ya parecía que se conocían de toda la vida, y tanto los pequeños como los más mayores de la citada fundación se encontraban cómodos participando de las mismas experiencias.

Tras el recibimiento en el interior de la academia, los componentes de Defora y alumnos de la escuela de verano salieron a una calle peatonal donde les aguardaban varias mesas, sillas, pinturas y muchas ganas de hacer cosas juntos.

En ese arranque, tanto pequeños como mayores no perdieron la oportunidad de componer en primer lugar un mural pintado con las palmas de sus manos, una creación que en la fundación enmarcarán y que querían regalar al equipo de Ester Martínez y del gerente Alfonso Otero por su acogida y ganas de trabajar codo con codo.

«Esta actividad bonita y sencilla es una forma de integración de un mundo con unas capacidades diferentes», explicaba Isabel Brotons, directora de la fundación, la cual subrayaba la importancia de estas actividades de integración para normalizar la vida de personas con limitaciones, pero que pueden aportar y aportan mucho a la sociedad actual.

Precisamente, estos alumnos de la fundación entregaron a los pequeños unos cuadernillos para que los colorearan en las mesas dispuestas en el exterior, y, al tiempo, les explicaban el proceso de hacer una sandalia a partir de cuatro piezas.

Por su parte, los pequeños de la escuela de verano, que han trabajado precisamente el mundo de la moda desde la perspectiva del inglés, enseñaban a los alumnos de la fundación cómo se dice en el mencionado idioma las distintas partes de un zapato, los colores y otra serie de vocabulario, por lo que el intercambio de conocimientos fue fluido y divertido.

«Nosotros tenemos una metodología en la que fomentamos las inmersiones reales. Esa semana temática era sobre la moda y qué mejor que la Fundación Defora para enseñar cómo trabajan con el calzado», expresaba Ester Martínez, la cual se muestra enamorada de esta entidad y quiere que la gente la conozca.

«Es un beneficio mutuo esta convivencia y este intercambio de conocimientos y, para nosotros, que vengan es un prestigio y un honor», añadía.

La fundación nació de la inquietud de Ángeles Brotons -«ella es el alma de todo esto», destaca su hermana Isabel-, preocupada por que estas personas con determinadas limitaciones intelectuales puedan tener un futuro asegurado. Y qué mejor para ello que formarlas y darles un oficio.

«Capacidad para crear, creer en la capacidad», es uno de los lemas de la citada fundación, que ayer reabrió sus puertas (en el número 50 de la carretera de Matola, pero en la partida de Algoda) tras un merecido periodo de vacaciones. La fundación, además de ofrecer herramientas para que estas personas puedan acceder a un puesto de trabajo dentro del mercado laboral, también está trabajando sensibilizando al sector empresarial. También forma parte de los objetivos de la fundación velar por los derechos sociales de las personas con discapacidad, ofreciendo información, orientación y protección en situaciones de vulneración de estos derechos.

En cualquier caso, la cuestión es que la pasada experiencia, que también se trasladó a un segunda academia de inglés, funcionó mejor de lo esperado, porque además de que todos aprendieron de todos, se demostró una vez más que somos más capaces de lo que creemos. Solo hay que tener ganas.