Nazanín Armanian no suelta su libro «El Islam sin velo» mientras habla. Esta obra, coescrita con la periodista Martha Zein, se adentra en el mundo islámico y revuelve el cajón de las dudas y los prejuicios sobre esta sociedad y asienta realidades a través de la visión de una mujer intelectual. De esa misma forma, Armanian habla para este diario sobre refugiados, el feminismo laico, el pañuelo islámico, la política mundial y la igualdad con la contundencia que le otorgan el conocimiento y su compromiso social.

En su charla en Elche habló de la imagen y la realidad de la mujer musulmana. ¿Qué diferencias hay entre lo que percibimos y lo que sucede realmente?

La sociedad occidental tiene un concepto erróneo de lo que es el Islam provocado por el desconocimiento. Esa idea provoca que haya movimientos políticos y sociales progresistas, que, por exceso de protección hacia el mundo musulmán, admitan prácticas que son retrógradas, especialmente para la mujer, como el uso del burka o el debate de la admisión de algunas leyes de la sharia para personas musulmanas en Francia. Las posiciones ultraconservadoras de la derecha también aprovechan para mandar mensajes en contra de las personas musulmanas asociándolas a la delincuencia o el terrorismo. La mujer acarrea el peso de los prejuicios y sigue siendo un personaje secundario y sometido.

¿No es positivo generar debates sobre el uso del velo o la elección de la religión?

No cuando se hace desde el desconocimiento. Las autoridades extremistas religiosas del Islam existen y aprovechan el desconocimiento occidental para «colar» mensajes muy peligrosos. Resucitan fantasmas retrógrados que ya se habían superado por el feminismo laico y es un error que se legitimen hoy aquí. Hay que tener cuidado.

¿Por qué considera que la mujer musulmana no debería llevar velo?

Por lo que esta prenda representa para la mujer. Hay hasta ocho significados distintos de lo que la mujer que lo viste es a los ojos de la sociedad y en ningún caso conduce a la igualdad. Que una mujer lleve velo con ocho años la convierte en una persona que, según la religión, ya podría casarse.

¿Es España un país islamófobo?

No existe la islamofobia. Lo que existe es la aporofobia, el miedo al pobre. El objetivo del odio o el rechazo no es la raza, si no el estrato social. La mayoría de los inmigrantes en España están en la parte pobre de la sociedad, por eso se les ataca. La prueba es que las autoridades negocian y tienen buenas relaciones con países como Qatar o Arabia Saudí, extremistas en sus acciones y en la concepción del Islam, pero ricos. En cambio, se ceban contra los pobres, a quienes consideran que ponen en peligro a su propiedad privada.

¿Es este «miedo al pobre» el que provoca que se gestione con el cierre de fronteras la crisis de refugiados en Europa?

El acuerdo entre la Unión Europea y Turquía es un ejemplo de ello. Europa ha pagado a Turquía para que haga el trabajo sucio. Cierran fronteras y las personas más débiles que tratan de huir de Siria hacia su salvación ya no lo pueden hacer. Los gobiernos europeos son responsables de esta situación y conscientes de ello. El interés económico está pisando los derechos humanos más básicos de las personas que buscan refugio en una continente próspero.

¿La mujer refugiada es doblemente vulnerable?

Sí, en cuanto que sólo un 30% de ellas logra salir del país en conflicto. Incluso huir es un privilegio para los hombres. Las que se quedan se enfrentan a la guerra y a los grupos radicales islamistas. Las que logran salir son violadas, secuestradas o vendidas.

¿Cuál es la lucha de las mujeres en el mundo islámico hoy?

Desde los años noventa, la mujer ya no lucha por la igualdad. La conquista que hicieron las mujeres laicas se las ha llevado la guerra. En Irak había una mujer que dirigía el ministerio de Seguridad Nuclear. Ni siquiera Alemania hoy concibe eso. La guerra ha borrado todo atisbo de progreso en la mujer. Ahora sólo se lucha por sobrevivir. En la última década, siete países han sufrido guerras. Libia, Irak, Afganistán, Pakistán, Siria, Líbano, Yemen. Incluso las mujeres que participan en manifestaciones no hablan de sus derechos, sino que adoptan las consignas de los hombres. De nuevo, el desconocimiento impide la igualdad y la religión como pata del Estado perpetúa la situación. Debe resurgir el feminismo laico.