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Refugiados con nombres y apellidos en el IES Severo Ochoa

Una biblioteca viviente permite a los alumnos conocer a personas que han salido de sus países

Refugiados con nombres y apellidos en el IES Severo Ochoa

La realidad casi siempre supera a la ficción, y ayer los alumnos del IES Severo Ochoa tuvieron la oportunidad de poner nombres y a apellidos a historias que están acostumbrados a ver sentados en el sofá frente al televisor.

El centro educativo y el Servicio de Dinamización Comunitaria del Ayuntamiento de Elche organizaron una biblioteca viviente, con el objetivo de hacer frente a los estereotipos y prejuicios sobre las personas inmigrantes, promoviendo la educación intercultural y el conocimiento de los derechos humanos.

La biblioteca viviente funciona como una biblioteca normal, con la diferencia de que los libros son personas con las que los alumnos podrían cruzarse por la ciudad un día cualquiera. De este modo, el alumnado pudo dialogar ayer con varios «libros-persona», que contaron sus diferentes experiencias migratorias a través del discurso, el diálogo y la entrevista.

Una de las personas que se convirtió en un «libro-persona» fue María Esperanza, una activista colombiana que narró a los jóvenes su historia, cómo acabó siendo una refugiada en España, por defender los derechos de los campesinos colombianos, que eran echados de sus tierras para dárselas a empresas.

María Esperanza relató que «el continuo atropello de los derechos humanos me ha abierto los ojos. Con 50 años tuve conciencia por primera vez de que teníamos unos derechos, que no éramos culpables de lo que nos había pasado, y empecé a luchar por ellos, en especial, por los derechos de las mujeres desplazadas por el conflicto. Una lucha que ahora me ha obligado a abandonar mi país».

Por su parte, el voluntario de Bomberos en Acción Miguel Ángel Cantero contó a los estudiantes su experiencia en Idomeni, en Grecia, donde estuvo en un campo de refugiados sirios, que le ha marcado para siempre. Sobre la respuesta política que se está dando al conflicto, el voluntario dijo a los jóvenes que «la verdad es que tanto nosotros como la gente que está allí trabajando siente cierta impotencia ante esta postura tan injusta que está adoptando Europa. Sin embargo, los refugiados te juzgaban menos que tú a ti mismo. Ellos solo muestran gratitud con que estés allí. Incluso te animan, cuando ven que te vienes abajo».

Otra historia que los jóvenes ilicitanos conocieron de primera mano fue la de Héctor López, un colombiano que al llegar a España pudo estudiar Educación Social, y que ha puesto en marcha una empresa de inserción para personas con diversidad funcional, que le permite, según sus palabras, «devolver a la comunidad parte de todo lo que ésta me aportó».

Los jóvenes también charlaron con el ilicitano Carlos Pascual, que es una de las muchas personas que han tenido que emigrar a otro país para trabajar, en su caso en el campo. Carlos Pascual explicó que «empujado por deseos y necesidades de cambio, yo también me fui a buscar otra tierra que me alimentara al Reino Unido, y, tras un buen puñado de meses en la gran ciudad, encontré mi lugar en el campo».

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