Un llamamiento a la necesidad de proteger los árboles milenarios. Con este mensaje, que precisamente comparte la última película de Icíar Bollaín, estrenada ayer, «El Olivo», varias decenas de ilicitanos han conocido de cerca un auténtico tesoro arbóreo, que forma parte de las raíces de una ciudad y de sus pedanías y, que como en la producción cinematográfica, tiene un gran arraigo y valor sentimental para todo un pueblo.

Elche atesora un patrimonio por descubrir, que a pesar de su antigüedad y de sus peculiaridades, todavía no tiene la protección que se merece. Y es que tan sólo tres ejemplares están reconocidos por el Consell como árboles monumentales: la Palmera Imperial, situada en el Huerto del Cura; y dos olmos, uno de ellos, ubicados en la sierra del Molar y otro en la partida de Derramador. Sin embargo, más allá de estas joyas naturales, el término municipal esconde otras muchas especies que forman parte del patrimonio arbóreo y que reúnen las condiciones para estar catalogados como árboles monumentales.

Varias decenas de ilicitanos examinaron ayer dos de estos ejemplares centenarios en la ruta «Elx a Peu», organizada por la Concejalía de Deportes. En concreto, los asistentes descubrieron los secretos de un taray y un algarrobo, dos especies colosales, en perfecto estado de conservación.

«Queremos que la gente conozca los valores patrimoniales de Elche. Somos unos privilegiados por contar con ejemplares únicos y centenarios, incluso huertos de palmeras que podrían estar protegidos y se están dejando perder. A eso se suma que la conselleria ha olvidado la protección del Patrimonio», explicó Adolfo Quiles, coordinador de la actividad. Así, en mitad del campo y bajo un árbol, que podría tener más de 200 años de vida, los senderistas recibieron información sobre ejemplares históricos, así como de la dificultad de conocer con exactitud la edad real de las especies arbóreas, por la agresividad de las herramientas existentes para ello.

Inventario

Según la ley del patrimonio arbóreo, para que un árbol pueda estar catalogado como tal, ha de tener más de 350 años, 30 metros de altura, 25 metros de diámetro de copa o seis metros de perímetro de tronco.

No obstante, a pesar de que en la ciudad hay detectados más de tres ejemplares que reúnen algunas de estas condiciones, por el momento no hay ningún catálogo municipal, ni autonómico, que tenga registrado el patrimonio arbóreo ilicitano, como sí que ocurre en otras localidades cercanas.

Por ello, desde la Universidad Miguel Hernández y desde la Asociación de Desarrollo Rural (ADR), han elaborado un registro con medio centenar de árboles singulares asentados en el término municipal. Como ejemplo, en mitad de la carretera de Dolores, próximo al yacimiento de La Alcudia, se encuentra uno de los ejemplares más altos. Una aracauria, un género de la familia de las coníferas que tiene nada más y nada menos que 33 metros de altura.

Además, hay otras variedades como la anolina, un árbol de 350 años, que se encuentra en pleno campus universitario y un chopo, que podría tener más de 200 años, una variedad, procedente de Irak.

Así, tal y como explica Raúl Agulló, integrante del colectivo ADR y guía de varias de las rutas que se organizan en Elche para conocer estos tesoros, el término municipal también conserva dos olivos, situados en Alzabares y una finca privada, que como ocurre en la película de Bollaín, acumulan varios siglos de vida.

Sin embargo, el territorio ilicitano no sólo atesora ejemplares aislados, considerados monumentales o singulares, también puede presumir de acoger conjuntos vegetales, considerados únicos por los expertos en botánica y ecologistas.

«La pinada de La Marina es una joya y tiene un valor muy importante. La conservación de los pinos piñoneros frente al litoral resulta ya casi inédito en el Mediterráneo, como consecuencia de la expansión de la construcción», señaló Agulló.