Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los valores del flamenco de Elche

El duende que esconden las palmeras

El éxito en el último año de El Niño de Elche ha vuelto a sacar a la palestra una escena flamenca poco conocida

El duende que esconden las palmeras INFORMACIÓN

Cuenta La Negra que, hará unos diez años, las madrugadas en el pub La Cuna estaban impregnadas de ese deleite canalla y poético que rodea al arte flamenco. Según esta referente de la parte más mestiza de la música flamenca, por ese garito, ubicado en pleno corazón del barrio ilicitano de El Raval, se dejaban caer Fraskito, Miguel Bascón, El Niño de Elche, Miguel Campello... «No quedabas con ninguno y aparecían todos», bromea esta cantante, que el viernes puso a la venta su nuevo disco, «Colores», con el que completa una trayectoria que inició en 2006 de la mano del genio gaditano de Javier Limón. Pero en ese camino, en el que ha conquistado escenarios en toda España y en otros puntos del planeta, siempre ha habido tiempo para regresar a La Cuna y juntarse con los suyos. Y disfrutar de esa magia que solo le dan a los artistas la improvisación de una jam session. Amparo Velasco (La Negra) admite que en ese local, en aquella época, se daban cita representantes de la escena nacional flamenca consolidados con otros que estaban a punto de despegar. Un gremio, en muchos casos -entre ellos el suyo propio-, contaminado por otros estilos como el jazz, el soul o el rock progresivo. «Elche es una ciudad inquieta, llena de pintores, poetas, músicos... Y como en todos los sitios chiquititos tiendes a juntarte y a compartir, y de ahí salen cosas», indica.

Y no se equivoca. La ciudad ilicitana se ha convertido en el punto de partida de varios de los mejores defensores de las nuevas fórmulas flamencas en nuestro país. En 2015, el disco «Voces del Extremo» de El Niño de Elche fue reconocido como el mejor álbum de música independiente por diferentes medios especializados y los críticos. En 2003 y 2005, el también ilicitano Miguel Campello, con su proyecto musical El Bicho, conseguía dos discos de oro. El porqué algunos lo atribuyen a la cantidad de andaluces que emigraron entre los años 60 y 70 a trabajar en el zapato y otros a la mera casualidad. Francisco Contreras (El Niño de Elche) tampoco lo sabe. Solo es consciente de que «cada día me acuesto y me despierto con ese apellido -el de Elche-. Es un nombre del que no me puedo desprender. Es casi como una onomatopeya», reseña.

Aunque detesta las historias románticas que rodean el inicio de la carrera de un artista, la suya lo fue. Un gitano que vivía cerca de la casa en la que se crió, en el barrio de Carrús, combinaba su trabajo de frutero en el mercado con el de profesor de guitarra flamenca por las tardes. Y con él comenzó a tocar. Pero su pasión ya le venía de familia. La mayoría de sus parientes eran emigrantes de Montejícar (Granada) «Uno cantaba, otro tocaba... y en las comuniones o bautizos siempre se liaba la cosa y acabábamos cantando», recuerda.

Sus años en la Peña Flamenca de Elche, que tanta solera tiene en la ciudad; los discos que le pasaba su amigo Virgilio; su participación en los concursos en los que demostraba su dominio de las saetas... Al final se intoxicó y se hizo flamenco. O algo de eso, ya que es consciente que con sus quejíos deconstruidos y su desgarro psicodélico cabrea a la institución que hay tras este estilo musical, poco abierta a jugueteos con las vanguardias. Pero le da igual. Lo que sí le importó fue su futuro dentro de este mundo y por eso, hace años, se le quedó pequeño Elche y se marchó a Sevilla, desde donde ha desarrollado su gran carrera.

El camino de Miguel Campello, ideólogo del ahora extinto grupo El Bicho, fue similar al de Francisco Contreras, aunque en vez de Sevilla su viaje para hacerse un hueco en la escena lo emprendió a Madrid. Sin embargo, el flamenco a él también le atrapó en su tierra. Exactamente en Matola, una pedanía del Camp d'Elx. La culpa de su devoción es, principalmente, del radiocasete de su casa, donde sus padres no dejaban de poner discos de Lole y Manuel, Bambino o Pata Negra. Y allí estaba Miguel, alucinando.

Su afición, según relata, la compartía con sus coleguillas de la calle Pedro Juan Perpiñán, a los que veía cuando iba a visitar a su abuela. En sus inicios hay mucha calle, mucho concierto improvisado en soportales en el barrio de La Puñalada o en Los Palmerales.

«Aunque me fui a la capital, la vida es como un laberinto, y te vas encontrando a la gente donde menos te lo esperas. Recuerdo un concierto en Madrid, en el que yo todavía era un principiante y tocaba el Fraskito con la Ying Yang Band. En ese bolo vi que todo el mundo iba con banda y yo solo. Y hablé con el Fraskito, al que admiraba, y se enrollaron y tocaron conmigo. Para mí son cosas bonitas que te ligan y te hacen estar encantado de ser ilicitano. Y de ser flamenco, que es algo que te sale por los poros de la piel», manifiesta Campello, que está grabando su cuarto disco con su apodo actual, el Chatarrero.

El productor y promotor ilicitano Pepe Rial explica que Elche siempre fue un lugar con una gran cultura flamenca. «Sobre todo de gente que le gustaba escuchar. Solo hay que recordar festivales que tuvieron lugar como el Zapato de Oro, que estaba a la altura del festival del Cante de las Minas. Pero no fue hasta los años noventa cuando empezó a salir gente que despuntaba incluso a nivel nacional. Bajo mi punto de vista el primero fue Fraskito y a él le siguió Miguel Campello, La Negra, El Niño de Elche, etcétera», recuerda.

A Francisco Rodríguez (Fraskito) le fue imposible escapar de la garra del flamenco. Sus hermanos se dedicaban a transportar a los artistas de El Zapato de Oro y por su casa pasaban figuras como Camarón, Paco de Lucía o El Lebrijano. Rodríguez considera que una ciudad como Elche, con tanta cultura flamenca, debería recuperar festivales como ése que, según él, se perdió, entre otras cosas, por trifulcas entre las peñas andaluzas.

A la bailaora ilicitana Tacha González también le apena que en su tierra se mime tan poco el flamenco, a pesar de ser cuna de tanto artista. Lo dice desde la voz de la experiencia, ya que asegura ser de las veteranas de este movimiento. Hace 30 años que se fue a Madrid a probar suerte, tras formarse en la escuela de danza de su madre, Pilar Sánchez. Y allí, donde ha compartido escenario con los mejores (Antonio Canales, Marco Flores, Rafael Amargo), ha montado su propio tablao con otro socios, «que para mí es el mejor de todo Madrid».

Según Pepe Rial, en Elche no solo han brillado cantaores, sino que también hay muy buenos bajistas, tocaores, palmeros... «En la provincia, se podría decir, que es el epicentro del flamenco. Todos los que hacen algo pasan por aquí», sentencia.

El ilicitano José Torres ha cogido nombre por su maestría con la guitarra en Sevilla y, por ende, en el resto de España. Allí ha realizado alguna colaboración con su paisano El Niño de Elche. Le hace gracia pensar enque quizá están generando una especie de «Little Elche» flamenca en territorio sevillano. Pero a la vez le entristece reflexionar sobre por qué todos los que han brillado han tenido que hacer la mochila. «Pienso que la gran cantidad de centros culturales que hay deberían funcionar a un mejor nivel. L'Escorxador comenzó como algo puntero y ahora parece que está más apagado. Yo me tuve que ir a estudiar guitarra a Murcia, a Córdoba y a Sevilla. Los políticos deberían reflexionar sobre la riqueza cultural que pierden», subraya José Torres... Riqueza cultural y duende que esconden las palmeras ilicitanas.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats