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Gabriele Morelli: «Estudiar español en Italia en los sesenta no estaba bien visto»

Catedrático de Literatura Española y uno de los primeros estudiosos de Miguel Hernández.

El catedrático de Lengua y Literatura Españolas Gabriele Morelli ante el busto de Miguel Hernández. antonio amorós

Gabriele Morelli es el autor de una de las primeras tesis doctorales que se realizaron en torno a la figura del poeta Miguel Hernández. La admiración por su obra le llevó a trasladarse desde Italia, donde reside, a España en los sesenta, para acabar conociendo personalmente a la viuda del poeta, Josefina Manresa, y convencerla para que le acompañase desde Elche a Orihuela para ver la casa del poeta. Morelli ha sido reconocido recientemente por los premios de Consejo Social de la Universidad Miguel Hernández.

¿Qué le llevó a estudiar a Miguel Hernández?

Cuando empecé mis estudios, en la década de los sesenta, en la Universidad de Milán escogí realizar mi tesis sobre la obra de Miguel Hernández, que era un autor todavía desconocido en Italia, pero también en España, ya que no existían libros, ni la obra completa, que publicó la editorial Losada de Argentina y, naturalmente, no entraba en España, ya que hablamos de la época de Franco. Miguel Hernández era un autor desconocido y prohibido.

¿Por qué escogió a un autor desconocido?

La historia de la literatura que yo conocía como estudiante no ponía el nombre de Miguel Hernández, sólo en una nota. Llegué a él a través de una compañera argentina que se matriculó conmigo en la Universidad de Milán. Ella tenía un álbum en el que había copiado las coplas y canciones del libro del «Cancionero». Leyéndolas me dí cuenta de que estaba ante un poeta extraordinario, y le dije a la profesora que quería hacer una tesis sobre este autor.

¿Qué es lo que le sedujo en aquel primer momento?

Me gustó el libro «Cancionero y romancero de ausencias». Las «Nana de la cebolla», la parte más íntima que escribe desde la cárcel, donde el poeta tiene la desilusión de la derrota militar, y lo que le queda es el amor por su mujer, Josefina Manresa, y su deseo por verla, a ella y a su hijo. Todo este mundo, que se resume en un tríptico de amor, vida y muerte, es lo que me seduce de la obra de Miguel Hernández, mucho más que los sonetos de amor. Es una síntesis, hay un lenguaje nuevo.

¿Era fácil estudiar español en aquella época?

Empecé y me trasladé a Salamanca, porque era muy raro en aquella época ser un estudiante de español en Milán. En total, éramos unas diez personas, en una facultad de 15.000 estudiantes. Se confundía estudiar español con ser franquista, no estaba bien visto. De hecho, para venir a España a estudiar, como yo hice, se decía que necesitaba el certificado de un cura, que dijese que no era comunista, y era mentira porque a mí nadie me pidió nunca este documento, pero era la imagen que desde fuera se tenía de España.

Una vez viajó a España, ¿cómo llegó hasta la obra del poeta?

En Salamanca conocí a José Luis Cano, que fue director de la revista Ínsula. Le comenté que estaba preparando una tesis sobre Miguel Hernández, pero que no encontraba libros, ni obra del poeta, ya que había que encargarla de forma clandestina. Él me dijo que era amigo del poeta Vicente Aleixandre, que fue gran amigo de Miguel Hernández, y le pidió que preparase una carta para que pudiese ir a visitar a Josefina Manresa, que estaba en Elche.

¿Cuál fue la reacción de Josefina Manresa al verle llegar?

Me planté en su casa, que estaba en la calle Reina Victoria, pero fue un encuentro muy problemático, porque ella no se fiaba de mí. Me recibió con mucho recelo y distancia, no me dejaba ver nada y me daba largas. Ella tenía que defenderse de los que le podían acusar de hablar mal. Pero, como había hecho un gran esfuerzo para llegar hasta Elche, volví al día siguiente en un acto de desesperación. Como el día anterior le había pedido que me acompañase a Orihuela para conocer la casa del poeta, regresé y le dije que tenía tres billetes para ir a Orihuela, uno para ella, otro para mí, y el tercero para Miguel Hernández, ya que estaba seguro de que nos acompañaría en el viaje. El detalle le acabó haciendo gracia y me acabó acompañando.

¿Qué hicieron en Orihuela?

Una vez que llegamos me acompañó un tramo, y llegó un momento en el que Josefina se detuvo y me indicó como realizar el final del trayecto hasta llegar a la casa, ya que no quería acompañarme hasta ella. Así que fue allí solo, llamé a la puerta, y me abrió una mujer a la que le expliqué el propósito de mi visita, que era conocer la casa de Miguel Hernández. La señora no me dejó entrar, y me quedé silbando hasta que me volvió a abrir y pude pasar. Sólo estuve diez minutos, no me dejó más tiempo.

¿Consiguió su objetivo durante su visita a la viuda de Miguel Hernández?

Aunque poco, conseguí que me dejase algún documento. Además, hace un par de años publiqué en Italia la correspondencia entre Josefina Manresa y el hispanista italiano Dario Puccini, que tradujo la obra de Miguel Hernández. Así, he podido reconstruir otro contacto de un hispanista italiano con esta mujer.

Tras haber dedicado su vida a la literatura española y conocer en profundidad la obra de Miguel Hernández, ¿qué impresión le ha quedado?

Miguel Hernández se ha transformado en un autor clásico. La literatura de la guerra muestra a la figura más humana. Su poesía no es sólo la de un combatiente político, sino de un poeta que, a través de la guerra y del amor compartido, se transforma en la voz de todos. Miguel Hernández encontró el lenguaje del dolor, escribe a su mujer, canta al niño al que no puede ver.

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