Entre los muros del convento de las Clarisas se cuecen mucho más que rezos y oraciones. Las monjas de clausura llevan medio siglo elaborando pan de ángel de manera artesana, una delicia para el paladar que ahora algunos la utilizan para librarse de vicios, como el tabaco. «Es un producto muy cotizado y muy selecto. Aunque ahora estemos alejadas de la ciudad, viene mucha gente y nos hacen encargos para los días de fútbol y para dejar de fumar», explica la hermana Clara.

Aunque, como ellas mismas admiten, el convento no es una fábrica de pan de ángel, cada semana venden un centenar de bolsas al público, a 30 céntimos cada una. «Es un manjar exquisito que engancha a la gente y nosotras no utilizamos ningún aditivo como en otros lugares que las hacen de chocolate y de colores. Sólo empleamos harina pura de trigo y agua», apuntó la religiosa.

Así, estas obleas llegan a todos los públicos, gracias a los restos de formas o de hostias, que las monjas de clausura elaboran para las misas. «Son productos caseros, que se tuestan más de la cuenta y que se descartan para las iglesias», apunta la hermana Clara.

Y es que, las religiosas instaladas desde hace 500 años en Elche, han conseguido ahora triplicar las ventas de las formas para consagrar, a diferencia de otras zonas de España, donde a las monjas les ha salido competencia de países del Este, que también se dedican a su producción. Las cifras en el convento de las Clarisas son más que llamativas. Han pasado de elaborar 150.000 formas, cuando estaban en la abadía del centro, a cocinar, desde su nueva ubicación, 400.000 unidades al mes, que se distribuyen a iglesias y tiendas de Elche y de municipios de la provincia, como Alicante, Sant Joan, Mutxamel, Benidorm... Es más, llegan hasta Valencia, Almería, Albacete y Bilbao.«Somos una miniempresa y las ganancias que obtenemos las dedicamos para vivir. Además, esto nos sirve para conocer cómo funciona un negocio y a estar más conectadas con las exigencias de la vida real, pese a no salir del convento», apuntó la hermana Clara.

Con un horno industrial muy específico, de los pocos que existen en España, y que todavía no han terminado de amortizar, trece religiosas se dedican cada día a dar forma a miles de hostias artesanales, convertidas en sagradas por la Iglesia católica. Mientras, otras labores que tradicionalmente han estado ligadas a las monjas de clausura, como lavar y planchar los vestidos de comunión, de novia y mantelerías, sí que han entrado en decadencia.