El eldense Emilio Gisbert tiene 48 años y comenzó a trabajar en el calzado con 16 recién cumplidos. Considera que en todo este tiempo el sector ha evolucionado mucho. En algunos aspectos para bien y en otros para mal. El avance tecnológico ha mejorado los procesos productivos y la calidad del zapato, pero las condiciones laborales han empeorado. «Ahora hay muchos trabajadores que cobran igual o menos que hace veinte años y, además, el margen de beneficio de los pequeños empresarios ha caído en picado porque las compañías aprietan mucho con los precios», señala Gisbert puntualizando, no obstante, que la contratación ha mejorado gracias a la modalidad de fijos discontinuos, y a la presión de las inspecciones de trabajo. Él ve el futuro del calzado «incierto», porque los «parones» en los cambios de temporada son cada vez más largos.